viernes, 2 de noviembre de 2012

¡MAMÁAAAAAaaaaaaaaaaaaaaaa!




Formamos un gremio en el que, algunos pocos caraduras, se aprovecharon y abusaron de la permisividad del sistema, y corrupción de no pocos, para conseguir sus intereses particulares sin importarles lo más mínimo el daño que hacían a la sociedad en general y al sistema educativo en particular. Incluido el aspecto presupuestario.

Hay extrabajadores de la enseñanza, llamarlos maestros nos podría producir una urticaria, que podrían seguir disfrutando de una pensión, obtenida con malas artes, desde hace más de treinta años.

Aquí se han concedido permisos, bajas y jubilaciones con una alegría sorprendente: lumbago, afonía, cervicales, sordera, hernias y ciáticas diversas, depresión,…

Y muchas veces, muchas, los maestros que necesitaron un justificado permiso pudieron verse limitados en su legítimo derecho por el abuso de otros “compañeros”.

Unos consiguieron el permiso para pintar su casa, otros para acompañar a algún familiar a exámenes u oposiciones, aquellos para acompañar a su cónyuge a un viaje o congreso, …y quién sabe si para acudir a una romería. Y, mientras, sus alumnos atendidos así así: repartidos en otras aulas, atendidos por maestros sustitutos más o menos idóneos, eventuales y comprometidos y, en el mejor de los casos, con un maestro
interino que siga la programación con la misma profesionalidad que el titular.


Con lo indicado en esta colaboración, en las anteriores y con todo lo que tú, maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público, puedas añadir no es de extrañar la situación casi lamentable de parte de nuestro sistema educativo.

Honor y reconocimiento para la inmensa mayoría de los maestros de este país que cumplieron con generosidad y sacrificio sus responsabilidades docentes. Incluso acudiendo enfermos a sus aulas para no dejar desatendidos a sus alumnos. Olé.

A ver si a alguien se le ocurre una idea, o se inventa una masa crítica, que inicie una reacción en cadena que ilusione e impulse a muchos maestros a conseguir eso mismo. Ni pretendemos que nos traten manu militari ni queremos que lo mejorable siga sin mejorar.

Alia res:
Una vez, el primer día de clase un alumno de primero de primaria, digamos David, se incorporó a la fila en el patio dejando exhausta a su robusta madre que logró acercarlo tras ímprobos esfuerzos sin hacer caso de las sonoras negativas y llantos desgarradores de su criaturita.

Cuando su madre salía por la puerta del patio David abandonó la fila, sin permiso, y se dirigió hacia la valla. El maestro permaneció al frente de la fila sin decir nada.

David, al ver como su madre se alejaba, no cesó de llamarla poniendo el grito en el cielo y más allá. Lo último que emitió David fue un rugido-alarido impresionante imposible de transcribir aquí. Su madre no volvió la cabeza ni retrocedió.

El maestro indicó a un alumno de la fila que fuera hasta donde estaba David y que no le dijera nada. Solo que estuviera a su lado.

A los pocos segundos David, acompañado por el compañero, inició el regreso a la fila. Ni el maestro ni compañero alguno hicieron ningún comentario. Ni en el patio ni en el aula.

Transcurrieron los cursos de primero y segundo de primaria sin que a David hubiera que llamarle la atención. Fue un alumno agradecido por la cercanía y dedicación que el maestro siempre le prestó y que él percibía.

El tal David era un alumno con algunas deficiencias motóricas y problemas serios iniciales de aprendizaje y socialización. Pero tenía un potencial interior que su maestro, sin perder nunca la esperanza, con la ayuda de la maestra especialista y con la dedicación que pudo prestarle, logró que aflorase poco a poco:

Se fue ilusionando con el esfuerzo que tenía que hacer para progresar. Aprendió a coger el lápiz, a no salirse de los renglones, a tener una caligrafía similar a la mayoría…y en áreas como la expresión oral, la comprensión lectora, dictado, redacción, cálculo y otros aspectos matemáticos estaba entre los mejores, o casi, al finalizar segundo de primaria. El maestro siempre alabó sus progresos.

Respecto a la socialización mejoró sensiblemente, se integró con los compañeros y aprendió a controlar algunas reacciones impulsivas poco manejables.

Años después, en una orilla veraniega, el maestro se encontró con la madre, agradecida, de David. El muchacho se acordaba con frecuencia de su maestro, estaba encauzado hacia estudios profesionales y, sobre todo, era noble, cariñoso y estaba muy pendiente de sus hermanos menores. Misión cumplida.

Lo expuesto sobre David, y con más dificultades que superar, es algo que muchísimos maestros llevan a cabo diariamente en nuestros colegios públicos. No pierden la esperanza ante las dificultades a superar y, al final, se consiguen resultados muy gratificantes. La intervención de algún especialista, si procediera, está garantizada.

Pero…siempre hay un pero. Nos asusta y apena pensar en muchos pequeños alumnos que iniciaron su escolaridad con deficiencias en gran medida superables con alguna sencilla dedicación específica, y con paciencia y afecto, y que tuvieron la desgracia de dar con un maestro indigno de llamarse así. Los ha habido y los sigue habiendo. El daño y las consecuencias pudieran ser terribles.

Si hemos insistido en colaboraciones pasadas en eficaces aspectos metodológicos es precisamente para que los maestros noveles no se asusten ante el reto de iniciar su docencia con alumnos de seis o siete años. Es sencillo, eficaz y grato. Eso sí, con esfuerzo, constancia, dedicación, simpatía y alegría. Sin estridencias.

Hasta la próxima, si ha lugar.

Saludos.

Profe: Yo no sirvo para estudiar.






Es posible. Pero también es posible lo contrario.

Lo que indicamos en la colaboración anterior sobre el menosprecio de los alumnos por parte de su maestro es algo que, más o menos mantenido, puede aburrir y alejar, casi definitivamente, a cualquier alumno del camino del aprendizaje y superación. Habrá casos en que prevalecerá el impulso hacia la formación personal y académica a pesar de los mazazos recibidos de algún funesto maestro.

Todo lo que hemos venido relatando hasta hoy conduce, en nuestra experiencia, a algo así como a pretender alcanzar cierta excelencia ética, personal y académica dentro de los límites de la capacidad de aprendizaje y circunstancias personales de cada alumno. ¿Pecamos de inmodestos? Pudiera ser…Tú puedes intentarlo a ver qué tal.

Y lo que promueve y mantiene ese impulso, fundamentalmente en estas edades de seis y siete años, eres tú, maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público, con tu actuar personal y profesional. Y con el cumplimiento diario, por tu parte y la de tus alumnos, de normas y esfuerzos precisos compaginados con sinceridad, comunicación, afecto y solidaridad. Sin olvidar influencias familiares, etc.

Lo que no puede conducir a esa satisfactoria realidad es una clase donde el alboroto es norma casi diaria, los gritos de alumnos y maestro rivalizan por alcanzar mayor volumen, la dedicación personalizada (en lo posible) a las carencias de algunos alumnos es casi inexistente, los aburridos e innecesarios copiados y otras tareas tediosas agostan ilusiones infantiles, el aprendizaje no va acompañado de estímulo motivador adecuado, el no acabar los temas previstos para el curso no tiene mayor importancia, la distancia y falta de compromiso y afecto del maestro con respecto a sus alumnos es palpable, la asunción y valoración desmesurada y obsesiva de las calificaciones escolares cercenan la alegría de aprender con entusiasmo y libertad, la falta de la imprescindible colaboración con la familia de los alumnos descoloca a éstos, etc.

Así sí se explica lo de “Yo no sirvo para estudiar”. Hay padres que lo tienen asumido y te lo comentan con toda naturalidad. Si supieran… Una pena más.

Y así también se explica que Pisa nos siga pisoteando.

Lo anterior no excluye determinadas circunstancias de aprendizaje que sí justificarían en algunos alumnos una dificultad objetiva a considerar y tratar, en lo posible, de mejorar.

Las malas artes educativas descritas son minoritarias, o deberían serlo, en la
enseñanza pública.

Un maestro se reencontró muuuuuchos años después con antiguos alumnos, ya tan viejos como el propio maestro, que le refirieron con amargura que otro maestro que tuvieron después los discriminó y marginó por la humilde condición social y económica de sus padres. Y que no pudieron acceder a otro tipo de estudios y profesión para los que, pensaban, podrían haber estado capacitados. Verídico.

Puede que merezca la pena reflexionar sobre la permanencia de determinados homenajes y recuerdos de algunos maestros tras su paso, antaño, por determinadas localidades.

Sí deben permanecer las otorgadas con todas las garantías como testimonio y ejemplo de una sociedad agradecida a su maestro.

Tu trabajo, maestro, te gratificará día a día. Ni necesitas ni esperes más.

Hasta la próxima, si ha lugar. Saludos.

Sr. Profesor: ¡Es la hora!

¡Profe espabila!



Hay ocasiones en las que, por ausencia del maestro especialista, el tutor debe seguir haciéndose cargo de sus alumnos. Hasta aquí, normal.

Supongamos que el ausente es el de educación física.

Hay algunos maestros, los menos, que deciden bajar al patio de recreo para que sus alumnos retocen por allí mientras pasa el tiempo asignado. Puede que faciliten a sus alumnos algún escaso y elemental material deportivo: una pelota, unos aros,…pero sin involucrarse en dirigir y organizar, al menos, unos sencillos juegos o ejercicios deportivos. Se trata de que vaya pasando el tiempo mientras sus alumnos se organizan a su manera.

Hay otros maestros, una minoría, que ni siquiera se molestan en facilitarles algún material deportivo: que retocen o se aburran por el patio mientras llega la hora de subir a clase. La imagen es de lo más deprimente.
No es admisible el pretexto de “Como no soy especialista nada me obliga a impartir la educación física…” Sería aceptable en el caso de ausencia del especialista de inglés.

Si el ausente fuera el de música, suponemos que todos los maestros tenemos alguna habilidad para sencillos ejercicios de ritmo, canto…o, incluso, interpretación.

El colmo sería que, durante el tiempo de la clase del especialista ausente, el maestro tutor indicase a sus alumnos que se dedicasen a colorear cualquier dibujo o algo similar.

Tú, maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público, podrías prepararte algunas actividades deportivas, musicales, teatrales, etc para cuando se produzca alguna ausencia del maestro especialista. Te sentirás más contento contigo mismo y darás ejemplo a tus alumnos y a otros compañeros.
Tus alumnos, además de pasárselo “pipa y guay”, te admirarán un poco más y trasladarán este sentimiento a sus familias y amigos. No hay mayor recompensa.

Alia res:
Insistirás en el respeto y cuidado del medio ambiente. Y, también, en que al personal de limpieza debemos, todos, evitarles más trabajo del debido.

El delegado de curso, entre otras funciones, colaborará contigo para que el aula y el material escolar no resulten dañados, no haya papeles u otro tipo de basura por el suelo, no apoyen la suela del zapato sobre la pared del aula, etc. Frecuentes indicaciones e inspecciones ayudarán a que tus alumnos lo interioricen y asuman. Sin miedos ni traumas.

Antes de salir al recreo deberían depositar en la papelera del aula los envoltorios de los bocadillos o zumos; en algunos casos podrían hacerlo en las papeleras del patio.

A tus alumnos les encantará que les enseñes alguna muletilla que les indique el necesario uso de la papelera. Invéntate alguna graciosa, sonora y breve: la corearán contigo antes de salir del aula. O cuando sea necesario.

Algunos alumnos, en el patio de recreo, se acercarán a ti, que también estarás en el patio, para indicarte que han arrojado a alguna papelera los envoltorios y sobrante del bocadillo y zumo. Lo alabarás e, incluso, lo indicarás luego dentro del aula. El contagio y la emulación están garantizados.

Hasta otra ocasión, si ha lugar.

Saludos.