miércoles, 12 de diciembre de 2012

Adiós

Si alguna de las cincuenta colaboraciones expuestas ha podido servir, en alguna medida, a algún  maestro novel en su quehacer docente es para sentir que ha merecido la pena discurrir un poco sobre estos aspectos.

Quedan muchísimos aspectos educativos y escolares por abordar y mejorar. Deberían proliferar diversas iniciativas de base y a nivel superior que estimulen al profesorado en la búsqueda y alcance de esa excelencia personal y docente, o casi, que garantizarían el éxito personal y escolar.
 
Maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público:
 
Aunque nunca nos conoceremos te he cogido algo de afecto. También siento gratitud por la paciencia que has tenido al leer, al menos, una de las colaboraciones. No importa donde estés. Tu labor mejorará la educación pública, te mejorará a ti y a la sociedad que te rodee.
 
Como complemento de tu retribución mensual, que no debiera menguar, recibirás el agradecimiento infantil de tus incondicionales alumnos y de sus familias.

Costó encontrar el título de estas colaboraciones, “Sr. Profesor: ¡Es la hora!”.

Y sí, es la hora de mejorar y cambiar varios aspectos en el sistema educativo que tenemos. Entre  todos.
 
Un abrazo.


Sr. Profesor: ¡Es la hora!

Sr. Profesor: ¡Es la hora!

Sr. Profesor: ¡Es la hora!

martes, 11 de diciembre de 2012

Popurrí

Sigue habiendo cursos de infantil con diez alumnos por aula y con poco más de la decena en primaria. En la capital de la provincia. ¿Hay presupuesto?

Simpático detalle colorista: Tejados de colegios adornados de aros de colores que divertidos alumnos, ¿de infantil?, impulsaron. ¿Los reponen los maestros que no vigilaron a sus alumnos?

Maestro veterano que está al frente, por vez primera, de un curso de primero de primaria: “Es que hablan mucho…” Ya empezamos.

Por estos pagos este otoño está siendo bastante húmedo: Pues ya se vuelven a ver alumnos en el patio de recreo con el pelo y la ropa camino de tenerse que estrujar. ¿Por qué?

Una conserje de un centro educativo decía: “Esto, más que un trabajo es una obligación. Hay que estar aquí…” Sin comentarios.

Todos somos iguales ante la ley y la democracia es lo mejor que se ha inventado: ¿Eso aconseja que personal no docente (conserje y trabajador-a de mantenimiento) del colegio ocupe, obligando a algún docente a permanecer de pie por falta de asiento, lugares en la sala de profesores escuchando y participando en las conversaciones de los docentes? ¿Y que acaparen, prioritariamente, el periódico que llega al colegio? Todos somos dignos de respeto y consideración pero…Menos mal que no es frecuente.

Hay colegios que funcionarían peor si no contaran con la colaboración de personal no docente que se exceden a diario en sus obligaciones laborales. ¡Bien!

Consideramos que en los colegios se debería impartir una asignatura sobre la aparición y evolución de distintas creencias y religiones. Lo demás, no evaluable académicamente y fuera de las horas lectivas.

Es obligatorio que los alumnos acudan al colegio; ya lo sabemos. Si al acabar el curso tienes la sensación, y el recuento de las ausencias así te lo confirma, de que todos tus alumnos y sus familias han hecho lo imposible por no perder ni un día de clase es que no vas desencaminado en tu actuación docente y personal. Sigue ese sendero.

Traslada a tus alumnos, seis años, tus vivencias, experiencias, conocimiento de sucesos y comportamientos…y, seguro, que ellos también querrán exponer los suyos ante sus compañeros. Se acompañarán de comentarios críticos para que en un futuro tus alumnos se garanticen un comportamiento ético y estén protegidos ante influencias algo desviadas de terceros. Sigue leyendo.

Sobre lo anterior: Inconscientes que encienden fuego en el campo sin las debidas precauciones, o arrojan cigarros encendidos, y provocan incendios de terribles consecuencias. Niños, incluso acompañados por uno de sus padres, que no respetan en la playa, cuando pelotean con las raquetas, la integridad física y el disfrute de los demás bañistas. Ciclistas algo descerebrados que nos acabarán dejando tullidos cuando caminemos por las aceras, doblemos una esquina o crucemos los carriles-bici. Vecinos que nos perturban seriamente nuestro estar en casa con voces, ruidos de aparatos diversos, etc. ¿Seguimos?

Sobre lo anterior: Intenta que se acompañe de una improvisada, sencilla y motivadora dramatización en clase. No olvides, maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público, lo ya reiterado en colaboraciones anteriores sobre la forma de dirigirte a tus pequeños escolares. Es una de las claves.

A nosotros nos parece mejor que las clases sean mixtas, niños y niñas. Eso sí, la educación, formación y valores que impartan competentes maestros deben ir encaminados, entre otros objetivos comunes a todos, a conseguir el conocimiento del otro, su valoración, aceptación y respeto. Así, sí.

Las salidas del colegio para acudir a la granja-escuela, teatro, concierto, biblioteca, museo, playa, montaña, periódico, etc. son muy necesarias. Algunos maestros, muy pocos, parece que se lo toman como casi un día de vacaciones. Y el espectáculo lo dan sus alumnos: Niños poco controlados por la calle o en el autobús con el peligro que conlleva; comportamiento bochornoso en recintos donde se exige respeto, silencio y atención…hasta alumnos que, al volver al colegio dormidos en el autobús,
acabaron en las cocheras. Que no tiemblen las madres porque son casos contados que se resolvieron con prontitud. Si algunos maestros vigilaran mejor…

En estas edades hay que mandar pocos deberes a casa. Los que se manden hay que exigirlos bien hechos. Ya hablamos de ellos.

Después de pasar por tus manos tus alumnos deberían conocer, con antelación y adaptándose a sus edades, las características de sus etapas evolutivas, sentirse bien consigo mismos y aceptarse. Y lo mismo con los demás.

No se te olviden: juegos, mimo, ritmo, música, canciones, disfraces, representaciones, lectura del periódico, sorpresas, chistes, adivinanzas, poesías, etc.

Amable disciplina, motivación y esfuerzo…para seguir aprendiendo y potenciando la motivación. Favorece el trabajo en equipo y la solidaridad.

No se nos olvida: Fluida comunicación con las familias en presencia del alumno.

Actualización casi permanente de los maestros en didáctica, metodología, etc. y algún sistema de evaluación de la idoneidad del profesorado. Atento: Retraimiento social, silencios significativos en clase y en familia, absentismo, cambios conductuales, bajo rendimiento escolar, etc. pueden ser señales de sufrir acoso.

…in corpore sano: Si cada día te llevas al colegio, como bocadillo, una manzana lavada, nueces peladas, almendras con piel, agua…y te lo tomas durante el recreo, en el patio, a la vista de tus alumnos (puedes regalar algo de vez en cuando) les estarás inculcando buenos hábitos alimenticios. En clase les indicarás la conveniencia de masticar despacio, comer cinco veces al día, no aficionarse a las chuches y bollería (mejor, pan con aceite…de oliva virgen extra), comer de todo (verduras, fruta,…) y no desperdiciar la comida. Si lo dramatizas de vez en cuando, e incluso te pones de
ejemplo sin ser presumido, os divertiréis en clase y tus alumnos asumirán el comportamiento para el futuro. Si es que esta edad, seis-siete años, tiene algo…

Es muy posible que tus pequeños pupilos, sin dejar de ser niños de seis o siete años, vayan demostrando en la medida de lo posible ser prudentes, honestos, trabajadores y emprendedores, equilibrados, simpáticos y divertidos, seguros de sí mismos, comprensivos, no proclives a hacer trampas, críticos y responsables, respetuosos, dialogantes, algo ecologistas, deportistas, solidarios, ávidos lectores…

Estás en tu derecho de poner en duda lo anterior. Si sigues las pautas que he venido indicando desde que inicié estas colaboraciones, más las que tú aportes con tus iniciativas y experiencias, los resultados te podrían sorprender gratamente. Por intentarlo…

Hasta la próxima, y última, si ha lugar.

Saludos.

Pata negra

No hay otro camino.

A la docencia deberían ser estimulados y llamados los mejores expedientes académicos que también demostraran una estabilidad emocional y madurez personal sobresalientes.

Los que siempre fuimos del montón, procurando no ser desastres pedagógicos, también somos útiles y necesarios.

Y de todos se espera compromiso personal y docente: Así nos garantizamos el prestigio y reconocimiento social, y el éxito docente y escolar.

Si fuera verdad que la labor del maestro está poco valorada en la sociedad actual…es muy posible que la culpa sea nuestra; mejor, de algunos pocos “maestros” que consiguieron un puesto de trabajo y remuneración permanentes…y ahí siguen.

Los centros de formación del profesorado deberían reflexionar sobre la idoneidad y preparación de sus propios profesores encargados de la formación de los futuros maestros, de la duración del proceso formativo, del currículo y metodología a desarrollar, de los sistemas de evaluación y control, etc. Puede que algunos aspectos sean mejorables.

Como lo indican los informes de los expertos en educación, y nosotros también así lo hemos manifestado, con maestros “pata negra” lo de menos sería lo de la famosa ratio (alumnos por profesor) así como la insaciable necesidad, provocada ruidosamente desde algunos sectores, de recursos humanos y materiales. Es fácil, y creíble para los que se lo quieran creer, poner el énfasis del desastre educativo en función de la ratio y recursos.

Ya lo dijimos en varias ocasiones: Debe haber recursos y apoyos para que los maestros puedan prestar a todos sus alumnos, sobre todo a los más necesitados, la mejor atención posible. Y optimizar al máximo dichos recursos, humanos y materiales.

La solución de la crisis, educativa, debería poner el foco sobre la idoneidad, preparación, trabajo y compromiso del maestro.

Mientras menos burocracia sobre las espaldas del maestro, mejor. Las metodologías que estén consolidadas por su eficacia comprobada se deberían difundir y aplicar para beneficio de todos. Bienvenidas sean nuevas y actuales tecnologías educativas si mejoran y facilitan el trabajo de los maestros y repercuten positivamente en los alumnos.

¿Podrían llegar los políticos a mantener estable un sistema educativo que demostrara probada eficacia?

Sí es muy lamentable la situación actual de muchos maestros que no pueden acceder a la función docente pública o privada. ¡Maldita crisis!

La excelencia, maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público, es a lo que debemos aspirar en nuestra docencia. Sin estrés ni angustias.

Hasta la próxima, y casi última, si ha lugar.

Saludos.

Usted, ¿qué enciclopedia vende?

Hace ya años.

Hubo un maestro de primero, niños de seis años, con algunos kilos de más.

Como tenía la manía de estar todos los días del curso en el patio, a la hora del recreo, pendiente de sus alumnos y, de paso, de todos los demás estaba más expuesto que otros compañeros a lo que relatamos a continuación.

En alguna que otra ocasión comprobó agresiones verbales, físicas o de otro tipo cometidas contra algún alumno de su tutoría, y de otras, por parte de otro-s alumno-s.

También pudo ver como se deterioraba parte del mobiliario del colegio debido al vandalismo de algunos alumnos, no de su tutoría.

Y, claro, con la dichosa manía de estar en el patio de recreo todos los días, no se privó de escuchar “piropos” dirigidos a otros maestros y a él mismo por parte de algunos alumnos, siempre algo mayores, que se escondían o salían corriendo para darle más emoción a la cosa, o al acoso, y evitar su identificación y sanción. Vamos…casi como un juego de niños. La necesidad de destacar en algo se hace imperiosa para muchos alumnos.

El maestro intervenía ante los alumnos necesitados de corrección e informaba a los tutores, si ese día no estaban en el patio de recreo, de lo acontecido.

Cuando la cosa iba adquiriendo tintes de algo más serio por su gravedad o repetición, y afectaba a alumnos de su tutoría o a él mismo, el maestro lo volvía a comunicar al tutor correspondiente. Pero esta vez había un añadido: Que el alumno en cuestión permaneciera con su tutor, a la hora de la salida, hasta que llegara el maestro de primero. Cuando llegaba comunicaba al tutor y al alumno que acompañaría a éste hasta su domicilio para hablar con sus padres.

¡Tierra, trágame! La cara del alumno no parecía la misma, el temblor y/o llanto era perceptible, las peticiones de perdón interminables y las promesas juramentadas de enmienda y rectificación no parecían ser dudosas. Empeño inútil.

En muy pocas ocasiones el maestro aludido de primero tuvo necesidad de recurrir a esos necesarios desplazamientos en horas algo inconvenientes. Pero había que hacerlo porque la posibilidad de lograr encauzar a algún alumno algo “despistado” lo merecía. Aunque no fuera de su tutoría.

Y allá que iban el maestro, con sus kilos y maletín, y el alumno, con sus pesadumbres y mochila, camino del domicilio del niño. Los que los veían caminar juntos, y más los vecinos, ya intuían que algo raro debía pasar.

Desde el primer paso el maestro garantizó al alumno, repetidamente, que sus padres no le castigarían. El niño, algo mayor, no se lo terminaba de creer.

Siempre ocurrió que al llegar al domicilio de los alumnos el maestro fue recibido con respeto, agradecimiento…y mayúscula sorpresa. A veces estaban los dos progenitores presentes amén de otros familiares; otras veces estaba uno de ellos.

El maestro, aceptando sentarse en el salón donde también estaba el alumno, advertía que su visita duraría solo unos minutos y que disculpasen lo de la mala hora. Y que se estuviese pendiente de la cocina por si, con la visita, se quemaba algún guiso en el fuego y se llevaban dos disgustos: lo del hijo y quedarse sin comer.

A continuación el maestro exigía, serena y firmemente, que le garantizaran que no aplicarían al hijo castigo alguno, que él no se había desplazado para eso y que, al día siguiente, preguntaría en el  colegio al hijo sobre ese particular. Solo en una ocasión el maestro tuvo una ligera sospecha de que la promesa obtenida podría no haberse cumplido.

Exponía con brevedad los hechos acaecidos, sin dramatismo ni exageraciones, y pedía que hablaran con el hijo, serena, firme y cariñosamente, para que entre toda la familia asumieran que ciertas conductas escolares y no escolares eran un inconveniente para la adecuada formación de la persona.

La cara de los progenitores también era un poema: Un maestro del colegio de su hijo se encontraba sentado con ellos en el salón de su casa, a la hora de comer, aportando unos datos que podrían hacer poco digerible el almuerzo.

Los padres garantizaban que esa conducta del hijo no volvería a repetirse. Las miradas que se cruzaban eran definitivas.

En una ocasión un alumno llamó “gordo” al maestro en cuestión en el patio de recreo, etc. Cuando, maestro y alumno no de su tutoría, llegaron a la puerta del domicilio del susodicho y llamaron abrió la puerta una señora (madre del alumno) que estaba pegada al teléfono por un asunto de salud de un familiar. El niño entró en su casa y el maestro permaneció unos diez minutos junto a la puerta abierta y con el maletín en el suelo. Cuando la señora, alterada, colgó el teléfono se dirigió al maestro (al que no conocía) y con desparpajo le preguntó:

-Usted, ¿qué enciclopedia vende?

Cuando se percató del motivo de la visita todo eran disculpas.

El maestro, cuando ya estaban sentados en el salón y con la presencia del hijo, se permitió una levísima ironía al empezar a hablar:

-Señora, su hijo no es nada mentiroso…

Al día siguiente de cada “visita” el maestro localizaba al alumno durante el recreo para comprobar que sus padres no le habían sometido a ningún tipo de correctivo. En general los alumnos visitados demostraron al maestro de primero, cuando se tropezaban con él por el colegio, o fuera de él, confianza, cercanía, simpatía y respeto.

Algunos de los domicilios visitados estaban situados en barrios marginales no exentos de cierta posible peligrosidad. Otros domicilios estaban ubicados en edificios muy deteriorados. En fin.

El maestro, en esas pocas ocasiones, llegaba algo más tarde a su domicilio. Por suerte la comida no estaba fría.

¿Estaban incluidas esas “visitas” en el sueldo? ¿Tú qué crees, maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público?

Hasta la próxima, si ha lugar.

Saludos.

Los niños dicen la verdad

Con matices…

Gordo, gafotas, orejudo, flaco, calvo, narigudo, enano,…son términos que aparecen en el diccionario. Y otros varios de mucha peor intención semántica.

A la mayoría de los maestros, quizás, nos han adjudicado algunos alumnos, sobre todo de cursos algo superiores, singulares y llamativos epítetos. Algunos, ciertamente, ocurrentes.

Sin querer coartar la libertad de expresión de los alumnos pero, al mismo tiempo, exigiendo el respeto debido a toda persona y a la función que desempeña se nos ocurre que una forma efectiva de que los alumnos estén prevenidos ante la fácil y común tentación de ofender y descalificar al maestro, u a otra persona, es exponerlo con mucha tranquilidad, analizarlo, criticarlo y sacar consecuencias en clase desde primero de primaria.

Cuando estés con todos tus alumnos, de seis años, realizas una pequeña dramatización para que visualicen alguna situación de este tipo de acoso escolar. Uno hará de maestro al que otros, con disimulo y como si fuera un “simpático” juego, dirigirán verbalmente sus dardos venenosillos. También sería muy impactante que te los dirigieran a ti, maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público, con la consiguiente conmoción entre el resto de tus alumnos.

Si la comunicación con tus pupilos, desde el primer día de clase, es como te aconsejamos hace ya muchíííííísimo tiempo, y que es muy fácil conseguirla y mantenerla, estas dramatizaciones en clase serán muy provechosas y divertidas. Aunque parezca paradójico no favorecerán este tipo de acoso. A tus alumnos no se les olvidarán.

Una vez terminada la dramatización analizaréis lo ocurrido, sus consecuencias en los alumnos acosadores y en el maestro acosado; y lo que convendría hacer para evitar estas situaciones y conseguir una convivencia conveniente para todos.

Tus alumnos, con tus oportunas y sencillas observaciones, comprenderán que puede haber alumnos agresivos que quieran llamar la atención de los demás, conseguir un lugar preeminente en la pandilla, hacerse el “gracioso”,… sin importarles el daño ocasionado al maestro o a otras personas. No temas desmenuzar estas situaciones, reales o fingidas, hasta el detalle, sin personalizar. Estarás protegiendo, fortaleciendo y madurando a tus alumnos en su desarrollo personal.

Durante la dramatización puedes utilizar variados recursos: preguntas del tipo ¿bien o mal? para calificar los actos de los intervinientes, cierto grado de emoción e incertidumbre en el desarrollo de la dramatización y valoración de sus consecuencias, nada de veladas amenazas o castigos (sin excluir que en la realidad sí podría acarrear algún tipo de necesaria corrección), considerar la decepción y pena que sufrirían sus padres si se enterasen de ese comportamiento inadecuado y gratuito, no olvidar que tenga la apariencia de un “simpático” juego (sin olvidar nunca que se trata de un tipo de acoso y violencia que conlleva consecuencias), recuerda lo de el tono de voz, etc.

Cuando tus alumnos sean algo mayores es casi seguro que repelerán estos hechos y no se dejarán influir por otros compañeros. Serán independientes, simpáticos, solidarios, críticos y maduros.

Entre nosotros y en voz baja: Hay cada maestro, pocos, por ahí que se merecería…No obstante, evita descalificar a otro compañero ante tus alumnos. Sí se analizarán y criticarán en clase conductas inadecuadas y públicas procurando no
personalizar.

Saludos.


Profe, ¿me puedes ayudar?

Es muy difícil erradicarlo.

Lo del acoso escolar, diversas causas posibles y negativos efectos duraderos comprobados en la persona, en su sociabilidad y en su rendimiento en el trabajo, está ya más que debatido y analizado  por los que entienden. Nos hemos referido a ello de forma algo tangencial en alguna colaboración anterior, creemos.

Lo que hemos venido haciendo, con la mejor de las intenciones y dentro de nuestras capacidades, ha sido tratar de que no se oculten los hechos, prevenir estas situaciones, fortalecer a los alumnos en su propia estima y respeto, indicar posibles pautas de actuación eficaces y alentar siempre la comunicación de los alumnos afectados con su familia y su maestro.

Cuando tú, maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público, inicies y mantengas con tus alumnos desde el primer día cercanía, confianza, afecto y comunicación tendrás casi garantizado que cualquier alumno que pudiera sufrir algún tipo de acoso te lo comunicará.

Previamente, cuéntales casos conocidos o sufridos por ti de acoso escolar.

Utiliza el lenguaje adecuado a la corta edad de tus alumnos y sé prudente en la exposición. Saca consecuencias de los hechos mediante el correspondiente coloquio.

Y algo más: En la colaboración nº 42, “¡Pelea, pelea!”, insistimos en la conveniencia de realizar sencillas dramatizaciones en clase no exentas de cierto humor o ridículo que evidenciaran situaciones escolares de violencia verbal o física. Se extraerían conclusiones de todo tipo para prevenir y fortalecer a tus alumnos, y para encauzar positivamente dichas situaciones.

Estas breves dramatizaciones dentro del aula, preventivas y coloquiales, deberías ampliarlas para que tus alumnos conozcan sutiles formas de acoso (camarillas, risas malintencionadas, burlas, ironías, envidias, aislamiento, empujones o pataditas siempre al mismo, amenazas veladas, exigencias para que comparta o regale su material escolar y bocadillo, prohibición para que comunique al maestro algo que otros hayan hecho y que sea sancionable,…y hasta incipientes e infantiles muestras de  violencia de género) que se pueden dar en la escuela y fuera de ella: Porque un niño parecía tímido, débil o cobarde; porque, de alguna manera, destacaba en clase o en el patio; porque tenía algún
kilo de más; por la condición social de su familia; por su forma de hablar o jugar; porque les venía bien dudar de su identidad sexual; o, sencillamente, porque es la costumbre y muchos niños lo hacen…

Quede claro que los niños tienen que jugar y relacionarse de forma libre y espontánea. Esto conlleva siempre algún que otro empujón, golpe, broma, insulto de poca monta, enemistad pasajera, etc. Y conviene que sea así y no habría que darle mayor o menor importancia. Lo del acoso es otra cosa mucho más seria. No confundir.

No solo debemos poner el punto de mira en el alumno acosado. El alumno con perfiles de acosador e/o inquietantes conductas antisociales también necesita, y de qué manera, nuestra intervención humana y profesional para reconducir una tendencia que también lo hará sufrir y que le privará de una convivencia satisfactoria.

Los indicios que avisan de que un alumno puede ser un acosador o estar acosado los puedes encontrar fácilmente. No entramos en detallarlos.

Ya lo dijimos en anteriores colaboraciones: No pierdas de vista a tus alumnos.


Y eso implica conocer sus amigos más habituales, sus reacciones ante los contratiempos, su forma de relacionarse con los demás, su participación en actividades colectivas, si hay algún/os alumno/s que lo estén marginando o acosando,…y no ausentarte, sin necesidad, ni del aula, ni de la puerta de los servicios ni del patio de recreo. Y, recuerda, lo de estar en el patio de recreo todos los días no consiste en “estar”. Ya lo comentamos hace tiempo.

También es más que sabido: Intensifica la comunicación con la familia de tus alumnos, desde la primera reunión colectiva hasta las horas de tutoría (siempre con la presencia del alumno) durante todo el curso, para prevenir los distintos aspectos que puede revestir el acoso escolar tanto en el alumno acosado como en el acosador.

Ningún alumno acosado debería sentirse solo ante una situación que le puede sobrepasar y provocar un trauma y dolor poco soportables. Y de consecuencias, a veces, trágicas. Tienes que conseguir, al menos, que todos tus alumnos, acosados o no, sepan que siempre contarán contigo y con sus familias para poder compartir alegrías, tristezas, preocupaciones, ilusiones, etc.

Más de una vez algún alumno, ya de un curso superior, acudió a su maestro de primero de primaria ante el acoso que sufría por parte de otros niños. De eso se trata.

Hasta la próxima, si ha lugar.

Saludos.

Laura, la alumna pluscuamperfecta

Además de todo lo que, con más o menos acierto y oportunidad, hemos comentado de aquí para atrás, también es verdad que el maestro se puede ver presionado y agobiado en ocasiones por algunos compañeros y/o equipo directivo, por la administración y sus exigencias burocráticas, por el uso de las nuevas tecnologías, por la necesaria atención al multilingüismo y diversidad, por la excesiva irrupción en el ámbito escolar de algunas asociaciones de padres u otros órganos,…

Si el maestro es como debe ser, o está en proceso de serlo, sobran todo tipo de innecesarias presiones. Las tareas básicas de obligado cumplimiento y mucha libertad para la organización y docencia.

Habrá que facilitarle el desarrollo estimulante de su labor y, llegado el momento, ¿por qué no?, trasladarle de alguna manera muy discreta el reconocimiento a su trabajo. No se trata de adular al maestro ni de facilitar su engreimiento, ni de hacerle regalitos. Ya hemos dicho en varias ocasiones que el maestro está recompensado, aparte de por la administración todos los meses, por el propio trabajo diario y su repercusión en él mismo y sus alumnos. No se necesita más.

Ya dijimos que la debida y exigente formación y selección del profesorado es el paso inicial. Hay que empezar por ahí.

Sí, hay que cuidar al buen maestro y facilitar que tienda a la excelencia personal y docente. Esa es la clave.

Con maestros así lo de menos podría ser la ratio y una desmedida e incesante necesidad de recursos humanos y materiales, solo los precisos y eficaces. Y nos iríamos olvidando poco a poco del fracaso escolar… ¿o del fracaso docente?

Alia res:

Hubo una alumna de seis años que, desde que llegó el primer día, demostró un excesivo compromiso y perfeccionismo por la tarea escolar, y por agradar a su profe.

Digamos que se llamaba Laura.

Laura, aparentemente, podría ser la perita en dulce que todo maestro desea tener en su clase. Todo lo hacía bien, ¡qué digo!, perfecto. La caligrafía, inmejorable; la lectura, la mejor; la comprensión lectora, fascinante; el dictado, cero faltas; la redacción, sorprendente; las matemáticas, sin problemas; la presentación de la libreta, como un espejo; el comportamiento en la fila o en el cumplimiento de las normas, el ejemplo a seguir…Y así, todo.

Laura tenía, además de una inteligencia y voluntad sobresalientes, una tremenda y excesiva exigencia consigo misma que la conducía a demostrarse a sí misma, y quizás a los demás, que lo suyo era la perfección, o casi.

El maestro tardó algo de tiempo en comprender que esa manera de ser podía conllevar algún sufrimiento innecesario y duradero.

El maestro intentó, sin personalizar, trasladar a toda la clase de vez en cuando y mediante prudentes y discretas actuaciones y observaciones no exentas de toques humorísticos esta peculiar situación en parte no deseable. Advirtiéndolo, provocó en clase el que se realizaran algunos ejercicios, en la pizarra y en los cuadernos, cuyos resultados tenían que ser poco acordes con la buena presentación o ser incorrectos.


Pretendía que sus alumnos, incluida Laura, aceptaran que resultados negativos en el trabajo o en la vida no suponían ninguna tragedia, baja estima de sí mismos, desesperanza o pérdida del impulso

Como experimento conocido y aceptado por los alumnos el maestro indicaba, verbalmente o por escrito, la calificación negativa merecida por cada niño. Los alumnos que siempre acertaban las respuestas se tomaban estos experimentos con mucha simpatía aunque algunos, en esos momentos, no comprendiesen plenamente lo que su maestro quería conseguir. Los alumnos que no acertaban a veces las respuestas también veían con simpatía que a sus compañeros más adelantados se les calificara como a ellos en otras ocasiones.

También se “permitió” el incumplimiento del comportamiento en la fila y enclase. Dentro de unos límites.

Quede claro, y no haya confusiones: Era un día avisado, muy de vez en cuando, en el que había que equivocarse a propósito (aunque los alumnos supieran, que lo sabían, hacerlo bien) y hacer algún tipo de actividad que mereciera una calificación negativa. Y escuchar al maestro hacer una valoración de lo realizado y, sobre todo, ver escrita en el cuaderno una calificación negativa (cuando lo habitual eran calificaciones muy brillantes).

¿Algo así como una fingida cura de humildad para la mayoría de los alumnos que cosechaban excelentes valoraciones y calificaciones sin pretenderlo? Pudiera ser.

Estas valoraciones y calificaciones negativas del “experimento” no se reflejaban en las fichas de seguimiento de los alumnos. Las familias estaban advertidas.

A Laura la abordó su maestro en algún que otro momento en el patio de recreo y, discretamente, le comentó la conveniencia de no sentirse presionada por una excesiva exigencia para obtener resultados escolares sobresalientes.

También en la hora de tutoría, con los padres y Laura presentes, el maestro trató con delicadeza este tema. En todo momento se alabó la actitud de Laura y se la felicitó por ello. Se abordó, entre todos, la cuestión de ir suavizando poco a poco, si es que existía, una desmedida preocupación por cumplir a rajatabla las normas y ser la mejor de la clase. La familia ya había advertido, con alguna preocupación, dicha circunstancia.

¿Hubo éxito en la empresa? El maestro nunca lo tuvo claro. Laura, y otros muchos compañeros que tampoco le iban a la zaga, siguieron disfrutando con el aprendizaje y la escuela y, queremos creer por la alegría que demostraban, sin sentir el agobio de un imperativo interior que les exigía siempre la excelencia y que podría, a tan cortas edades, causarles un sufrimiento innecesario, estéril y duradero.

Laura siempre fue algo reservada y, no te quepa duda, siguió siendo “una cerebrito”.

A ver si, maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público, tienes tiempo, voluntad y ánimo para tomar alguna iniciativa, solo o en compañía de otros, que vaya reemplazando y mejorando estas colaboraciones. Si es que las has leído.

Como suele pasar en casi todo se nos está secando la fuente de la inspiración. Y no es plan de repetirse demasiado. Tú, que dominarás las nuevas tecnologías, podrás sorprendernos a todos con iniciativas novedosas, incisivas, eficaces y que tengan una gran difusión en el ámbito educativo y social. Falta nos hace.

Hasta la próxima, si ha lugar.

Saludos.

Profe, los/as niños/as se fijan en mí.

Al principio de curso deberías sorprender a tus alumnos expresando ante ellos, de manera desenfadada, lo contento que estás contigo mismo y con tus “peculiaridades”. Alguna peculiaridad tendrás, como todos: barriga prominente, nariz aguileña, orejas de soplillo, calvicie, gafas,…

Conviene que, de vez en cuando, vayas sacando a un alumno según el orden de la lista y que, ante sus compañeros, y como si estuviera delante de un espejo o el cristal de una ventana, expresase con gracia y expresiones espontáneas, sinceridad y entusiasmo lo satisfecho y contento que se encuentra con su persona: su físico incluido posibles aspectos más o menos poco agraciados (nariz, orejas, gordura,…), sus capacidades incluidas las carencias o dificultades ( en matemáticas, música, lenguaje, expresión, fútbol,…), etc.

Creemos que con la debida prudencia y tacto, y sin caer en frivolidades ni fomentar inferioridades o superioridades, es positivo este tipo de actuaciones que deberá conducir a la propia aceptación y estima personal, y a la aceptación, estima y respeto de los demás.

Si algún alumno presentara una carencia física o de otro tipo que lo pudiera limitar severamente en el colegio, y en la vida, habrá que extremar la prudencia a la hora de llevar a cabo lo indicado anteriormente. Incluso habría que plantearse la conveniencia de realizar estas actuaciones en presencia de dicho alumno para evitar herir sentimientos.

También sería conveniente que, ya que tratamos de estos aspectos, planteáramos con objetividad no exenta de crítica la desmedida obsesión y preocupación de algunas personas por ofrecer una imagen y físico insuperables. Y de los riesgos que conlleva.

Convendría que suavizaras y tamizaras, sin faltar a la verdad, el tema de la anorexia, operaciones e implantes variados, depresión, etc.

Al mismo tiempo les indicarás que, dentro de unos límites razonables y prudentes, cuidar y mejorar nuestro cuerpo así como nuestra salud es algo necesario y que la mayoría realizamos por sentido común, y con gusto.

No olvides, maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público, que estamos hablando de niños de seis-siete años. Así pues, tienes que adaptarte a ellos en el lenguaje, no dramatizar demasiado, ser prudente, no traumatizarlos ni infantilizarlos…e incorporar cierta simpatía y humor, si procede, en lo que expongas para que los valores que deseas reciban sean aceptados y los ayuden en su progreso personal y convivencia.

Un día les dices a tus alumnos que tú siempre fuiste, para tus padres, el hijo más guapo del mundo entero. Y que para todos los padres sus hijos son los más guapos. Sin discusión.

Aunque no te lo digan, todos tus alumnos “saben” y aceptan que fulanito/a es el más guapo/a de la clase. Aprovecha esa realidad para abordar, siempre con simpatía y algo de humor, las circunstancias y valores que sí hacen a las personas realmente bellas y fiables. Y que los rasgos agraciados de la cara son eso, rasgos duraderos un tiempo. Y que quien los tenga debe estar contento…y que los disfrute.

Se oye el bullicio de este nuevo curso ya bastante iniciado. Suerte y, también, que lo disfrutes.

Hasta la próxima, si ha lugar.
Saludos.

Profe: ¡Pelea, pelea!

La corta edad de los alumnos, seis-siete años, podría parecer que no es muy propicia para que el  desarrollo diario de las clases, en el aula y en el patio de recreo, ofrezcan una total calma emocional. También podría parecer que sería antinatural y que nadie puede pretenderlo. Además, también podría parecer que sería contraproducente reprimir, en cualquier medida, dichas manifestaciones.

¿Cabe hacer algo? Por supuesto.

El maestro es el primero que debe, desde el primer día, ofrecer un comportamiento lo más equilibrado posible y procurar no impregnar a sus alumnos con estallidos verbales, gestuales o de cualquier otro tipo. Recuerda lo que dijimos sobre la forma de estar en el patio y en el aula desde el primer día. Es seguro que habrá otro tipo de procedimientos que podrán dar resultados similares o mejores.

El maestro que empieza a hablar alto, atropellada e incesantemente, de forma dispersa, sin mirarlos directamente a la cara de manera cercana, sin que se desprenda simpatía y afecto… lo lleva claro. No podrá pretender que sus alumnos no le respondan con la misma moneda, también desde el primer día. Y si, además, no le acompaña esa casi excelencia personal y profesional que todos deberíamos propugnar…pues, eso.

Luego vendrán las afonías docentes, depresiones varias, alboroto y descontrol en el aula y en el patio, programaciones incumplidas o cumplidas así así, desesperanza y negro futuro para todos.

El maestro no es, ni puede ser, un ser inerte carente de emociones y reacciones.

Nunca hemos dicho tal cosa. Como todos, el profe alguna vez estará algo alegre, triste, preocupado, esperanzado,…

Sí se espera de él cierto control, madura serenidad y sensatez en el trato con sus alumnos. Sin olvidar lo ya repetido: simpatía, cercanía, afecto,…

¿Deben ser las aulas balsas de aceite? Tampoco es eso. Sería muy aburrido.

Una ventaja que tiene esa franja de edad, seis-siete años, es que los alumnos son muy permeables e imitadores. No es nada complicado conseguir, utilizando la metodología que ya te expusimos en varias colaboraciones, que toda la clase trabaje durante las cinco horas de la mañana con agrado, orden, entusiasmo, sin agotamiento…y sin que tú, maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público, tengas que forzar la voz o perder el control. Desde el primer día hasta el final de curso. Por supuesto, sin amenazas o presiones.

Nos podemos encontrar con alumnos que, por circunstancias varias, no controlen algunas reacciones emocionales ante cualquier tipo de contratiempo o frustración. O que incluso tiendan a reaccionar con violencia hacia algún compañero.

Procura no señalarlos ni estigmatizarlos, ni que lo hagan tus alumnos.

Se nos ocurre que quizás sea conveniente, antes de que se presente cualquier reacción incontrolada, exponer ante los alumnos situaciones reales conocidas, o algo fingidas, que pudieron producir  consecuencias desagradables. También creemos que es buen procedimiento provocar en clase una dramatización que exponga ante los alumnos una situación escolar que pueda derivar en un descontrol emocional y/o agresión. Los propios alumnos “actores” y sus compañeros, bajo tu supervisión, expondrán sus opiniones sobre los hechos, las consecuencias y lo que se podría haber hecho para reconducir la situación. No se te olvide aderezar las situaciones con algo de simpatía,
humor o ridículo; así tus alumnos lo vivenciarán con algo menos de dramatismo.

Deberías repetir esto varias veces durante el curso.

Para algún alumno que necesitara ayuda personalizada para controlar sus reacciones emocionales poco controladas utilizarás el diálogo, la persuasión, la confianza en él y la comunicación con su familia. Sin olvidar otras ayudas que te ofrece el colegio. Deberás estar muy próximo a dicho alumno y alabar, siempre, sus logros en el control emocional, si es excesivo.

Por si no ha quedado claro:

Todos tenemos que aprender a asumir que en la vida, de niños y de adultos, se nos presentarán variadas frustraciones y contratiempos, que no se cumplirán algunas de nuestras expectativas, que nos defraudarán algunos…y que es importantísimo desdramatizarlo, relativizarlo, saberlo y contar con ello para que nuestro proyecto de vida siga adelante con coherencia y seguridad.

Los alumnos tienen que tener sus reacciones emocionales ante las frustraciones que se le presenten y, no digamos, si son objeto de alguna agresión verbal o física. Lo que nos parece necesario es que sepan y asuman que cualquiera puede verse desbordado y sorprendido por su propia reacción excesiva ante alguna situación que pueda llegar. Y que, si están advertidos y preparados, es muy posible que puedan controlar y reconducir esos impulsos y, así, evitar perjuicios y situaciones muy estresantes. 

Una situación muy desagradable que suele darse en el patio de recreo: Pelea.

Cuando dos alumnos, o más, se enzarzan en una pelea los demás alumnos suelen acudir con rapidez y morbo para presenciarla. Y, casi siempre, jalearla.

En clase hay que prevenir estas situaciones, valorarlas, criticarlas, representarlas con alguna dramatización algo simpática,…y sacar consecuencias. Puede que resulte casi imposible impedir que, en determinadas ocasiones, algunos alumnos lleguen a las manos: tienen que afianzar su personalidad, las hormonas andan por ahí, etc. Se necesita mucha buena pedagogía y estar todos los días en el patio de recreo vigilando.
Aún así…

Hasta la próxima, si ha lugar.

Saludos

Profe, ¿estás enfadado con mi madre?

Es seguro que casi todos los maestros hemos tenido algún que otro desencuentro con algunos de los padres de nuestros alumnos. Es casi inevitable.

Lo que sí es evitable, quizás, es que dichos tropiezos sean serios, lleguen a más, sigan sin aclararse y, en definitiva, ayuden a una mejor colaboración colegio-familia y formación del alumno.

Ya hemos comentado que hay niños cuyos padres, nos parece, no atinan con el método educativo adecuado. Y así, algunas criaturas, nos pueden llegar al colegio poco predispuestas a aceptar cierta disciplina, esfuerzo, orden, solidaridad, etc. Vamos, que les cuesta aceptar unas normas básicas de trabajo y convivencia.

No obstante lo anterior sí es cierto que, con las actuaciones que venimos comentando desde la primera colaboración (en nuestro caso) y que no vamos a repetir, en muchas ocasiones todos los alumnos, aunque suene pretencioso y poco creíble, se han adaptado desde el primer día, con ligeras diferencias, al funcionamiento normalizado de la clase. Mantener y consolidar dicha adaptación es coser y cantar.

También es cierto que hay maestros, los menos, cuyo comportamiento deja mucho, mucho que desear. Y a los padres, que lo perciben o saben con más o menos certeza, tampoco sería justo que se les exigiera aceptación y sumisión ante hechos o actitudes que dañen o puedan dañar a sus hijos en su desarrollo personal y formativo.

No estamos llamando a una fiscalización por parte de los padres de las actividades de los maestros ni a una actitud beligerante hacia ellos. Todo lo contrario. Sigues siendo tú, maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público, quien tiene que irradiar desde el primer minuto del primer día lo que ya hemos comentado sobradamente.

El profesorado no debe sentirse indefenso en el desempeño de sus funciones y si se les reconoce el carácter de autoridad pública podrían, quizás, evitarse excesos de algunos progenitores. Ahora bien, el prestigio y el respeto del maestro nunca dependerán de una normativa legal. Es otra cosa. El secreto está en ti, maestro. En tu excelencia personal y profesional. En ti.

En la primera reunión colectiva con los padres así como en las tutorías (siempre con la presencia del alumno) te ganarás su respeto, apoyo y confianza. Mantener el tratamiento de “usted” con los padres nos parece conveniente. Sin rigideces; pero fomentando la cercanía, colaboración y compromiso con la educación de sus hijos.

Tus alumnos trasladarán a sus padres, desde el primer día, la admiración y suerte que han tenido por tenerte de maestro. ¿Recuerdas las variadas “cosas” que te sugerimos que podrías, ¿y deberías?, hacer desde el primer día de clase? ¿Te podrán amenazar o denunciar algunos padres por algún sucedido? Imposible no es. Pero sería raro, raro.

A veces puede haber malentendidos en lo que el alumno traslada a sus padres. O que los padres estén excesivamente dependientes de cualquier “cosilla” que al hijo le pueda suceder en clase, en el recreo, etc. O que los padres, con un instinto poco equilibrado, tengan la predisposición, caiga quien caiga, de alinearse siempre y en cualquier circunstancia con su criatura.

Recuerda: Si no consultas casi todo lo que hemos expuesto desde hace tiempo será casi imposible que comprendas lo que te sugerimos.

Una vez una madre se dirigió al maestro de su hija porque estaba en desacuerdo con la forma en la que el docente” dejaba sin recreo” a su hija de seis años; loconsideraba ¡humillante! (¿Qué calificativo habría empleado en otros supuestos como, por ejemplo, que el alumno “sin recreo” baje al patio durante el recreo cargando con su mochila? Hay quien lo sigue haciendo…). La forma era la descrita en otra colaboración.

O sea, lo más agradable de pasar un ratito “sin recreo”, estando en el patio casi igual que los demás compañeros. La verdad es que a aquella alumna y a aquella madre se les notaba una notable poco madura relación materno-filial. El maestro intentó compaginar la errada valoración de la progenitora, que no atendía a razones evidentes según el maestro, con el necesario cumplimiento de las normas escolares. Fue el único caso. En fin.

¡¡Qué agobio con lo del cole!!

Este niño, de seis o siete años, lleva razón.

Un alumno puede sentirse bloqueado en su aprendizaje y formación por las persistentes presiones familiares para que los resultados escolares sean los más satisfactorios posibles.

Si, además, se suman las presiones para conseguir buenas notas, ¡siempre las dichosas notas!, de su maestro-tutor y demás docentes que le impartan alguna materia, el bloqueo puede ser duradero en el tiempo y nefasto para el alumno.
 
Ya hemos tratado esto en anteriores colaboraciones. Hay que insistir.
 
Los alumnos, cuando llegan al colegio, ya saben y perciben que es por su bien por lo que hay maestros que les atienden, educan y trabajan con ellos. También conocen que es muy satisfactorio aprender y recibir estímulos adecuados. Y que todos sus compañeros están por destacar en esta empresa.
 
Si lo anterior es así, y lo es, sobran presiones familiares y docentes. Veamos.
 
Hay padres que, en la hora de tutoría o en cualquier parte del colegio donde te encuentren, y en presencia de su hijo, no dudan en decirte que le aprietes en los estudios, que no le dejes pasar ni una, que les mandes deberes, que lo castigues severamente si fuera necesario, etc. Hay buena intención y cierto cariño en esas expresiones…pero no son la mejor manera pedagógica para estimular a la pobre
criatura que escucha atónita a cualquiera de sus progenitores. Aunque en el fondo no se lo crea demasiado.
 
Hay padres, que queriendo lo mejor parea sus hijos, se equivocan en la forma de expresarlo y vivirlo. Puede que ellos no tuvieran la oportunidad de alcanzar un nivel formativo y profesional adecuado y deseen que sus hijos sí lo alcancen. Noble empeño.
 
No sería adecuado que presionasen a su hijo diciéndole que por su culpa se van a estropear los planes vacacionales, que su hermana o su primo obtienen mejores resultados, que lo van a llevar a clases particulares durante las vacaciones, que no verá la tele o tendrá restringidas las salidas de casa…o cualquier otro disparate.
 
Si el hijo quiere acudir al colegio y lo hace con alegría, atiende en clase y realiza las tareas escolares, se relaciona adecuadamente con sus compañeros y profes…habría motivos para felicitarlo aunque los resultados escolares, las dichosas notas, pudieran no cubrir las expectativas de padres y profesores. Hay que premiar y estimular el esfuerzo continuado.
 
¿Hay que elogiar y premiar los “suspensos”? Pues, sí; en casa y en el cole.
 
Siempre que se haga con la convicción, naturalidad y respeto merecidos. No se trata de ironizar con sutileza ya que un alumno que no consiga “aprobados” podría sentirse ridiculizado y ofendido.
 
Un alumno que demuestre cumplir los requisitos señalados anteriormente, y algunos otros que se estimen procedentes, no merece ser recriminado. Los resultados escolares, evaluación continua en los niveles que tratamos, pueden estar mediatizados por el tipo de metodología empleada, la idoneidad del maestro, la adecuada atención personalizada al alumno, la correcta evaluación realizada por el docente, diversas circunstancias que acompañen al alumno al realizar determinadas actividades, etc.

Por si te has perdido, maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público: Convence a los padres de tus alumnos para que eviten presionar a sus hijos de tan cortas edades con el tema de los resultados escolares y tú haz lo propio. Ya te indicamos hace tiempo que debes insistir ante tus alumnos, y desde el primer día, que al colegio (al menos a tu clase) se va a tener amigos, a jugar, a pasarlo bien, a colaborar y ayudar a los demás, a cuidar lo que nos rodea,.…y a aprender. Y que allí no se va a sacar buenas notas. Si llegan…bienvenidas sean.

Y que cada uno alcanzará el nivel de aprendizaje que sus capacidades y circunstancias permitan sin que derive en un sentimiento de envidia por el nivel que pudieran alcanzar otros compañeros.

Estas recomendaciones (no olvides la forma relajada, próxima y convincente de dirigirte a tus alumnos) debes hacerlas con mucha frecuencia al tiempo que les recordarás la importancia de llegar a ser buena persona, solidaria y formada.

Los alumnos, no presionados, con la aplicación de una eficaz metodología adecuada a su edad y circunstancias, y una relación con sus maestros como la que hemos expresado con anterioridad en estas colaboraciones, intentarán dar de sí todo lo que puedan. Necesitarán sentir la cercanía y dedicación de su maestro, la de su familia… y poco más. Está más que comprobado.

Las diversas inteligencias de los escolares, como dicen los entendidos, se manifestarán en el proceso de aprendizaje de las distintas áreas. Con sus peculiaridades.

Estamos casi seguros que la predisposición hacia el aprendizaje y dominio, por ejemplo de una lengua extranjera, o de un área matemática, se facilita enormemente si los alumnos no están sometidos a una inútil presión. Si, además, gozan de una eficaz metodología y estimulación, y con los profes la relación es como debe ser…los resultados, no las notas, serán gratos para todas las partes implicadas. Incluidas las familias.

¿Y no habrá alumnos necesitados de estrecha vigilancia, severas advertencias, castigos ejemplares y consultas familiares? Puede que…no. No olvides que hablamos de niños de seis-siete años.

Si se necesitaran las circunstancias citadas pudiera ser que la culpa, en parte o gran parte, sea nuestra.

Hemos conocido, y disfrutado, cursos en los que todos los alumnos, o casi, han estado estimulados hacia el aprendizaje y formación personal y social desde el primer día. Algo increíble, pero cierto.

Y no es tan complicado y difícil conseguirlo. Más bien es todo lo contrario.

Repasa, si lo consideras, lo que te hemos dicho desde hace ya ¡cuarenta colaboraciones! (gracias por emplear tu tiempo si has leído algunas) y añade tus propias iniciativas.

Hasta la próxima, si ha lugar.

Saludos.

Mamá: Tengo un amigo en el cole que necesita mi ayuda

Es muy delicado, lo sabemos.

No deseamos herir los legítimos y respetables sentimientos de nadie. Solo nos permitimos exponer, con la mejor intención, nuestra sincera opinión basada en nuestras experiencias.

La incorporación en el aula de alumnos con dificultades específicas o con distintos grados de retraso puede generar opiniones encontradas. Y, a veces, enconadas.

Es verdad que dichos alumnos pudieran incorporarse y socializarse mejor, y no sentirse discriminados, acudiendo al curso que les corresponda por su edad siguiendo y realizando la programación que el maestro especialista les haya marcado. Y que el tutor de dicho curso también supervisará y evaluará.

Dichos alumnos acudirán con el maestro especialista algún tiempo dentro del horario escolar. El resto del tiempo estarán con sus compañeros participando, en la medida de lo posible, en el desarrollo de la programación de las distintas áreas.

Los compañeros los aceptarán como son e, incluso, los ayudarán, cuidarán y protegerán.

Las familias de dichos alumnos te manifiestan que esa situación es la que les conviene a sus hijos. Y que así debe seguir.

Dicho así, en general, no suena mal. Y es posible que sea lo mejor.

Analicemos algunos matices:

No se puede generalizar porque entre los alumnos con dificultades específicas existen diferencias muy notables. Algún caso hemos conocido de criaturas cuyos problemas de consciencia y conducta hacían dudar, al menos temporalmente, de la conveniencia de su incorporación a la enseñanza reglada. Para ciertas situaciones existen otros centros con personal y recursos especializados que podrían ayudar con más eficacia en la recuperación y progreso de determinados niños.
Hoy día, afortunadamente, los colegios suelen disponer de diverso personal docente y no docente para la atención, a veces continuada, de los alumnos con ciertas carencias o retrasos.

Nuestra forma de llevar la clase, con una metodología preferentemente oral, colectiva y participativa, no ha facilitado la atención que hubiéramos querido dar a los alumnos con deficiencias de aprendizaje o retrasos madurativos de nuestra tutoría. Los hemos atendido, como no podía ser menos, de la mejor manera posible…pero siempre, o casi siempre, nos ha quedado una sensación algo frustrante.

Desearíamos haber sido más eficaces, estar mejor preparados para ayudar a superar las dificultades de
aprendizaje y/o comportamiento y, sobre todo, no tener que seguir atendiendo casi al mismo tiempo al resto de la clase de veintitantos alumnos.

Nuestra metodología deja poco margen para atender debidamente, debidamente, a alumnos con retrasos o dificultades específicas. La responsabilidad podría ser nuestra por no cambiar el modo de enseñanza, olvidarnos de intentar conseguir (sin pretenderlo) cierta excelencia educativa y acomodarnos a cierta medianía formativa. También es duro de aceptar.

Algo que sí hemos observado en los alumnos citados de nuestra clase en muchos cursos: No disimulan en su cara la frustración, pena, amargura y escasa autoestima al comprobar, evidenciar y asumir, día a día, que ellos no están al nivel, y algunos quizás nunca lo lleguen a estar, del resto de sus compañeros. Y esto a pesar de que su maestro, y el maestro especialista, elogiaron sus avances ante los demás compañeros además de insistir y recordar que cada uno debe pretender alcanzar hasta
donde sus capacidades se lo permitan.

¿Sería desaconsejable una agrupación de alumnos con dificultades específicas similares que permanecieran gran parte del horario escolar con un maestro especialista, o los que hagan falta? ¿Que los logros en el aprendizaje se valoraran, estimularan y asumieran en esa línea de nivel y compañeros, y no tuvieran que compararse negativamente por ellos mismos y en el mismo aula, de alguna manera, con los avances de sus compañeros que no necesitan esas programaciones o apoyos específicos?

Estos alumnos se incorporarían con sus compañeros en las áreas y actividades que pudieran desarrollar casi al mismo nivel de competencias. Y, por supuesto, en los recreos y actividades fuera del colegio.

Los alumnos que superaran sus carencias iniciales y progresaran lo suficiente para poderse incorporar con garantías de continuidad al resto de sus compañeros, bajo el criterio de los maestros especialistas y maestro-tutor, lo podrían hacer en cualquier momento del curso.

Si fueran necesarios: Que se busquen recursos, se habiliten espacios y se convoquen oposiciones para conseguir la debida, debida, atención que precisan los alumnos con retraso y con necesidades específicas. Y que los numerosos recursos materiales y humanos de los que dispone el sistema educativo se optimicen al máximo.

Te deseamos, maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público, que encuentres la fórmula y los recursos que te permita cada día sentirte orgulloso de haber atendido debidamente, debidamente, a todos tus alumnos: sobre todo a los necesitados de apoyo y programaciones específicas, y a sus compañeros.

Hasta la próxima, si ha lugar.

Saludos.