martes, 11 de diciembre de 2012

Profe: ¡Pelea, pelea!

La corta edad de los alumnos, seis-siete años, podría parecer que no es muy propicia para que el  desarrollo diario de las clases, en el aula y en el patio de recreo, ofrezcan una total calma emocional. También podría parecer que sería antinatural y que nadie puede pretenderlo. Además, también podría parecer que sería contraproducente reprimir, en cualquier medida, dichas manifestaciones.

¿Cabe hacer algo? Por supuesto.

El maestro es el primero que debe, desde el primer día, ofrecer un comportamiento lo más equilibrado posible y procurar no impregnar a sus alumnos con estallidos verbales, gestuales o de cualquier otro tipo. Recuerda lo que dijimos sobre la forma de estar en el patio y en el aula desde el primer día. Es seguro que habrá otro tipo de procedimientos que podrán dar resultados similares o mejores.

El maestro que empieza a hablar alto, atropellada e incesantemente, de forma dispersa, sin mirarlos directamente a la cara de manera cercana, sin que se desprenda simpatía y afecto… lo lleva claro. No podrá pretender que sus alumnos no le respondan con la misma moneda, también desde el primer día. Y si, además, no le acompaña esa casi excelencia personal y profesional que todos deberíamos propugnar…pues, eso.

Luego vendrán las afonías docentes, depresiones varias, alboroto y descontrol en el aula y en el patio, programaciones incumplidas o cumplidas así así, desesperanza y negro futuro para todos.

El maestro no es, ni puede ser, un ser inerte carente de emociones y reacciones.

Nunca hemos dicho tal cosa. Como todos, el profe alguna vez estará algo alegre, triste, preocupado, esperanzado,…

Sí se espera de él cierto control, madura serenidad y sensatez en el trato con sus alumnos. Sin olvidar lo ya repetido: simpatía, cercanía, afecto,…

¿Deben ser las aulas balsas de aceite? Tampoco es eso. Sería muy aburrido.

Una ventaja que tiene esa franja de edad, seis-siete años, es que los alumnos son muy permeables e imitadores. No es nada complicado conseguir, utilizando la metodología que ya te expusimos en varias colaboraciones, que toda la clase trabaje durante las cinco horas de la mañana con agrado, orden, entusiasmo, sin agotamiento…y sin que tú, maestro novel de un curso de primero de primaria de un colegio público, tengas que forzar la voz o perder el control. Desde el primer día hasta el final de curso. Por supuesto, sin amenazas o presiones.

Nos podemos encontrar con alumnos que, por circunstancias varias, no controlen algunas reacciones emocionales ante cualquier tipo de contratiempo o frustración. O que incluso tiendan a reaccionar con violencia hacia algún compañero.

Procura no señalarlos ni estigmatizarlos, ni que lo hagan tus alumnos.

Se nos ocurre que quizás sea conveniente, antes de que se presente cualquier reacción incontrolada, exponer ante los alumnos situaciones reales conocidas, o algo fingidas, que pudieron producir  consecuencias desagradables. También creemos que es buen procedimiento provocar en clase una dramatización que exponga ante los alumnos una situación escolar que pueda derivar en un descontrol emocional y/o agresión. Los propios alumnos “actores” y sus compañeros, bajo tu supervisión, expondrán sus opiniones sobre los hechos, las consecuencias y lo que se podría haber hecho para reconducir la situación. No se te olvide aderezar las situaciones con algo de simpatía,
humor o ridículo; así tus alumnos lo vivenciarán con algo menos de dramatismo.

Deberías repetir esto varias veces durante el curso.

Para algún alumno que necesitara ayuda personalizada para controlar sus reacciones emocionales poco controladas utilizarás el diálogo, la persuasión, la confianza en él y la comunicación con su familia. Sin olvidar otras ayudas que te ofrece el colegio. Deberás estar muy próximo a dicho alumno y alabar, siempre, sus logros en el control emocional, si es excesivo.

Por si no ha quedado claro:

Todos tenemos que aprender a asumir que en la vida, de niños y de adultos, se nos presentarán variadas frustraciones y contratiempos, que no se cumplirán algunas de nuestras expectativas, que nos defraudarán algunos…y que es importantísimo desdramatizarlo, relativizarlo, saberlo y contar con ello para que nuestro proyecto de vida siga adelante con coherencia y seguridad.

Los alumnos tienen que tener sus reacciones emocionales ante las frustraciones que se le presenten y, no digamos, si son objeto de alguna agresión verbal o física. Lo que nos parece necesario es que sepan y asuman que cualquiera puede verse desbordado y sorprendido por su propia reacción excesiva ante alguna situación que pueda llegar. Y que, si están advertidos y preparados, es muy posible que puedan controlar y reconducir esos impulsos y, así, evitar perjuicios y situaciones muy estresantes. 

Una situación muy desagradable que suele darse en el patio de recreo: Pelea.

Cuando dos alumnos, o más, se enzarzan en una pelea los demás alumnos suelen acudir con rapidez y morbo para presenciarla. Y, casi siempre, jalearla.

En clase hay que prevenir estas situaciones, valorarlas, criticarlas, representarlas con alguna dramatización algo simpática,…y sacar consecuencias. Puede que resulte casi imposible impedir que, en determinadas ocasiones, algunos alumnos lleguen a las manos: tienen que afianzar su personalidad, las hormonas andan por ahí, etc. Se necesita mucha buena pedagogía y estar todos los días en el patio de recreo vigilando.
Aún así…

Hasta la próxima, si ha lugar.

Saludos

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