jueves, 15 de diciembre de 2011

Profe: ¡Se está copiando!

El aprendizaje de las letras lo iniciaremos con las minúsculas porque   entendemos que sus trazos tienen menor dificultad que las mayúsculas. Primero, las vocales.

La mayoría de las letras se pueden hacer sin interrumpir el trazo del lápiz sobre el papel (hacia delante y hacia detrás, hacia arriba y hacia abajo,…). Como te hemos dicho, todas las letras quedan enlazadas, verticales y con trazos redondeados.

Es evidente que los “palitos y/o barriguitas” de la parte superior (b-d-f-h-k-l-t) o inferior (f-g-j-p-q-y) de las letras sobresaldrán del renglón de dos rayas, bien por arriba bien por abajo. Las letras quedarán muy proporcionadas y verticales. La caligrafía resultante tiene poco que ver con la que se refleja en este escrito.

Una vez hayan aprendido este tipo de caligrafía, que no es único ni excluyente, cada alumno irá plasmando su singularidad caligráfica en el transcurso de los años. Y que habrá que respetar al tiempo que se seguirá exigiendo la debida corrección.

Todas las letras que enseñes estarán acompañadas por gestos y algún estribillo adecuado que facilite el trazo. Investiga porque nosotros no debemos entrar en el detalle de cada letra.

Ya sabes que el dictado se inicia desde que hayan aprendido la segunda letra y utilizando gestos y estribillos. Algunos de tus alumnos es muy posible que, en sus mesas, repitan los gestos y estribillos antes de escribir lo que les dictes. Déjalos.

Antes de que algún alumno pudiera tener la tendencia a copiarse de otro deberás prevenir a todos indicando que nuestro trabajo escolar es personal y honesto. Y el hecho de  tener faltas es “bueno” para poder corregirlas, afianzar el aprendizaje y conseguir que el alumno con más dificultades se sienta orgulloso de su esfuerzo. Y como las notas no importan…

Todos los dictados que hagas con tus alumnos, en primero y segundo de primaria, serán preventivos: Primero lo escribes en la pizarra, lo lees con tus alumnos, les adviertes, con sincero énfasis, para que se fijen en las posibles dificultades que pueden encontrarse y que tú les indicarás (incluso preguntando “dónde nos podemos equivocar”), se vuelve a leer…y se borra de la pizarra. Cuando tus alumnos adquieran la suficiente soltura lecto-escritora lo dicho anteriormente lo hará el alumno, uno diferente cada día, designado por ti. Como no alcanzarán con su mano al renglón para señalar se podrían ayudar con una regla.

En estos inicios del aprendizaje de la lecto-escritura los dictados, lógicamente, serán cortos: sílabas con las vocales y consonantes que vayan aprendiendo, palabras con las letras aprendidas, etc. Cuando lleguen las mayúsculas, pues igual. Tus alumnos, maestro novel de un primer curso de primaria de un colegio público, irán desprendiéndose poco a poco de la ayuda que suponen los gestos y estribillos aprendidos. Incluso llegarán a decirte muchos de ellos que, una vez aprendido todo el abecedario (minúsculas y mayúsculas), no los hagas tú por innecesarios. Siempre que algún alumno manifieste que necesita esa ayuda se facilitarán los gestos y estribillo que correspondan.

Si alguien os observara en el tiempo de lecto-escritura se quedará sorprendido al verte a ti y a toda la clase moviendo los brazos haciendo gestos y coreando algún estribill o. A tus alumnos les divertirá. De eso se trata, de que aprendan casi jugando.

Como te hemos dicho, los dictados hay que corregirlos una vez hechos:      

Te vas a la pizarra y, dentro de los consabidos renglones anchos de dos rayas, escribes el dictado realizado (con gestos y estribillos). Ellos tendrán abiertos sus cuadernos para comprobar si tienen faltas; no podrán utilizar ni el lápiz ni la goma. Es  mejor que tú, por ahora, los corrijas para ir apreciando las dificultades de cada uno y así plasmarlo en cada ficha de seguimiento. A diario.                                                       

Las faltas del dictado se corregirán bien dos veces. Lo comprobarás.

Al principio el tiempo que dediques a la lecto-escritura irá adecuándose a las circunstancias que se te presenten. Poco a poco te fijarás como meta un mínimo de una hora diaria.

Ya trataremos, si ha lugar, lo de la lecto-escritura cuando ya dominen estos inicios.

Saludos.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Profe: ¿Está bien la “o”?

En la pizarra trazarás renglones, bastante anchos, de dos rayas. Tus alumnos deben tener sobre sus mesas libretas de ese tipo. No admitas cuadernos con renglones de dos rayas muy juntas. Sería una tortura ineficaz.

Al margen de los renglones trazados, en otra parte de la pizarra, escribirás grandes “o” enlazadas sin olvidarte, conjuntamente con tus alumnos, del estribillo y gestos indicados en escrito anterior.

Llega el momento de colocar la “o” dentro de los renglones de la pizarra.

A propósito escribirás algunas “o” que se salgan del espacio del renglón y les indicarás que así no está bien, que queda feo y que es mejor rectificar. Borrarás la “o” que esté mal y la volverás a escribir correctamente.

Invitarás a algunos niños a que salgan a la pizarra y escriban la “o” dentro del renglón (algo ancho). Siempre con el acompañamiento de todos en los gestos y estribillo. Si alguno se sale del espacio de las dos rayas del renglón, se rectifica y se le anima a que lo haga bien. Todos los que salgan merecerán elogios y aplausos.

Si alguno tuviera especial dificultad en el dominio del trazo, “provocarás” que sus compañeros (en éste y en todos los supuestos que se te puedan presentar en tu labor docente), libre y espontáneamente, manifiesten su comprensión, cercanía y ayuda para la superación del problemilla. Aparte de tu actuación profesional.

Luego podrías preguntar: ¿Fácil o difícil? La contestación colectiva, y tu forma de actuar, los impulsará en el aprendizaje con optimismo, seguridad y de forma relajada.

A continuación les indicarás que escriban en sus libretas solo la mitad de un renglón con “o” enlazadas y procurando no salirse de los márgenes.

¿Por qué solo la mitad del renglón? Les indicarás que a tu clase no se va a perder el tiempo y a cansar, inútilmente, la mano y los dedos. Si se hace bien y se domina el trazo con medio renglón sobra el otro medio. Y, de verdad, que sobra.

Te adelantamos, maestro novel de primero de primaria de un colegio público, que tus alumnos harán poquísimos copiados, solo los necesarios, ya que ese tiempo deberán dedicarlo a otras actividades muchísimo más necesarias y gratas: vocabulario, comprensión lectora, dictado, composiciones, poesías, etc.

No te recomendamos que acudas a copiados y coloreados como táctica para ocupar el tiempo. No.

Eso sí, tienes que corregir todo lo que escriban. A los alumnos que se equivoquen les ayudarás en tu mesa, si es preciso, cogiéndoles la mano para que afiancen el trazo con el lápiz. Luego, ellos volverán a hacer solos cinco o seis “o” (no más) y te lo enseñarán.

El aprendizaje diario de una letra, con los gestos y estribillo que corresponda, irá necesariamente unido a su escritura. Fácil como hacer la “o” con un canuto.

No fomentes ni permitas nunca que tus alumnos interioricen una excesiva exigencia y perfeccionismo al cumplir sus obligaciones. Las cosas hay que hacerlas bien pero sin caer en obsesiones y actitudes neuróticas que los pueden hacer sufrir en la vida.

No te asustes con estas responsabilidades. Conforme lo vayas haciendo verás que no agobia, que facilita tu labor y que los excelentes resultados (modestia incluida o excluida) te integrarán a ti, a tus alumnos y familia, en el proyecto educativo común que nos ocupa.

Saludos.

viernes, 9 de diciembre de 2011

¡Por fin!

Te habíamos prometido en anteriores ocasiones comentar algo sobre la lecto-escritura. No deberíamos haberlo hecho. Antes de continuar ya estamos más que arrepentidos del ofrecimiento. Verás.

Es una auténtica ridiculez lo que viene a continuación. Tratamos de trasladarte, ¡por escrito!, lo que se podría hacer el primer día de inicio de la lecto-escritura. Además de prolijo puede ser casi una inutilidad.

Nos vamos a limitar solo a una letra. No esperes más.

Lo primero es trasladarles (relajación, tono de voz…no lo olvides) que todos ellos conseguirán con suma facilidad dominar la lecto-escritura, que estarán merecidamente orgullosos de ello y que se les abrirán nuevos horizontes insospechados.

Como en casi todo hay diversos métodos de reconocida eficacia. Comentamos uno muy conocido que, quizás, pudiera complementarse con la aplicación simultánea de otro.

Empezamos, y terminamos, por la “o”.

Delante de tus alumnos emitirás el sonido “o” al tiempo que con los dedos pulgar e índice de tu mano formas una “o” sobre tus labios abiertos. Todos tus alumnos te imitarán, sin gritar, y el sonido de la “o” llenará el aula varias veces. Si quieres que utilicen tu misma mano tendrás que darles la espalda y volver algo el cuello para comprobar que todos lo hacen correctamente.

Puesto delante de ellos los invitarás a que realicen con la misma mano que tú (la derecha) un amplio movimiento circular en el aire que se asemeje a la “o”. Vigila, girándote algo, que lo hagan todos correctamente.

Este movimiento tiene dos detalles: Se inicia hacia la parte superior del círculo y retrocede al llegar a lo alto, baja formando el círculo y sube por la derecha buscando el inicio del trazo. Al encontrarlo hace un pequeño lazo cuyo extremo queda libre para iniciar seguidamente otra “o”. Todas las “o” quedan enlazadas y muy redondas (en el aire por ahora).

Lo podrías acompañar con una muletilla, por ejemplo: “Hacia delante, hacia detrás, hacia arriba y da la vuelta” (con un rabito). En algún momento del trazo lo podrías adornar con un sonido como de tren, “pi,pi,pi”. Tus alumnos, al mismo tiempo, repetirán contigo lo que digas y hagas (despacio y relajadamente).

Nos da casi vergüenza facilitar esto que has leído. El próximo escrito, si ha lugar, se iniciará con la escritura de la “o”.

Maestro novel de un primero de primaria de un colegio público, esto que nos atrevemos a escribir da unos resultados comprobados muy eficaces en lectura, escritura y dictado. Y a ellos hasta les resulta simpático.

Saludos.

lunes, 5 de diciembre de 2011

¡Profe, qué guay! ¡Me he puesto como una sopa!

Continuamos con algunas situaciones que pueden darse durante el tiempo del recreo y que creemos que sería mejor evitarlas.

Distraerse con otros compañeros o salir al patio con retraso, una vez haya sonado la sirena para entrar del recreo, mientras sus alumnos (y otros que pudiera haber por allí) diversifican sus actividades: unos entran solos al interior del colegio, otros medio forman la fila, algunos revolotean por allí empujando y persiguiéndose, otros siguen jugando por el patio con una pelota y a pecho descubierto…

Y tiempo hubo en el que, si nadie lo impedía, se prolongaba el tiempo de recreo más de la cuenta o, incluso, se tenían dos tiempos de recreo cuando lo preceptivo era uno. Esto ya no suele ocurrir.

Mientras ocurren algunas de las situaciones que hemos expuesto en el patio de recreo es posible que algunos alumnos, sin vigilancia alguna, trepen a las ventanas o a la valla, entren solos al interior del colegio,  se pongan cabeza abajo aferrándose a los mástiles de las banderas, suban (o lo intenten) hasta las canastas de baloncesto o travesaño de las porterías, etc. Si ocurriese algún percance… ¿qué cara ponemos?, ¿decimos que estábamos en el patio?

Estamos de acuerdo en que el patio de recreo y el colegio no forman parte de una cárcel ni los alumnos son peligrosísimos delincuentes. Pero, dadas las circunstancias de la infancia, nos parece que toda precaución es poca. Han ocurrido desgracias…

Cuando suena la sirena para entrar del recreo se puede dar esta peligrosa circunstancia: Muchos alumnos acuden, al galope tendido, a sus lugares asignados del patio para formar la fila (o no). En esa desenfrenada carrera  pueden ser arrollados alumnos pequeños por otros de cierta envergadura y peso. Puede que lo dicho no tenga fácil solución. 

Empieza a chispear.

A muchos alumnos les encanta seguir en el patio mientras se van empapando, algunos hasta se ufanan de estarlo más que otros. Son así.

A veces, no es frecuente, algún maestro no reacciona con prontitud y, sin considerarlo mucho, permite, mientras cae un diluvio o escampa, que los alumnos que quieran sigan por el patio jugando bajo la lluvia. Hay dos alternativas: recogerlos en el aula el tiempo que falte de recreo o dejarlos varios minutos más remojándose…Luego es posible que en los días posteriores pudiera tener en la clase algún que otro alumno de menos debido a los enfriamientos.

No pretendemos, maestro novel de primero de primaria de un colegio público, ir de modelo en esta apasionante y sorprendente profesión. Lo que aportamos es con la intención de evitar, en lo posible y si lo consideras, el posible  fracaso docente. De nada.

Saludos.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Recreo: ¿Para todos?

Creemos que no se trata de “estar” en el patio de recreo. Así, cualquiera.

En el compromiso contigo mismo y con el proceso madurativo de los alumnos (los de tu tutoría y los demás) se podría contemplar que en el tiempo de recreo el maestro debe estar en el patio, casi sin que se note, observando comportamientos, interviniendo si las situaciones así lo exigieran, a disposición de los alumnos (de tu clase o no) que lo precisaran, etc.

Si te supusiera un compromiso poco acorde a tus circunstancias y que pudiera afectar a tus necesarias relaciones con los compañeros, a tener un tiempo para poderte tomar un café, a disponer de algunos momentos para lo que el cuerpo te pida, flexibiliza la sugerencia. Que solo es eso, una sugerencia.

Antes de salir el primer alumno al patio, o al mismo tiempo, debería haber, al menos, un maestro en el patio.

Y, puestos a estar, y para que se reactive la circulación de la sangre, mejor estar dando vueltas por el perímetro del patio asignado. Sin querer, a veces se han oído conversaciones de alumnos que podían acelerarte el pulso.

Algunas situaciones que se pueden dar en el patio de recreo, entre otras, que reflejamos a continuación y que son muy minoritarias (o deberían serlo), no parecen muy acordes con la retribuida profesión que ejercemos:

Nos llamó la atención alguna vez que algún que otro alumno de magisterio en prácticas permaneciera, día tras día, sin moverse de la superficie de una baldosa junto a la puerta y sin implicarse en absoluto; algún maestro que solo tenía ojos para el periódico, ya que lo estaba leyendo; uso abusivo del móvil con la lógica desconexión de lo que ocurre en el patio (aparte del gasto); estar más pendiente de que no se arrugue o manche la ropa que lleva que de otra cosa; integrarse con otro u otros compañeros formando un corrillo porque tendrán noticias muy importantes e ineludibles que comunicarse, totalmente ajenos a lo que ocurre a su alrededor en el patio (y puede ocurrir cualquier cosa); quedarse casi inmóvil cerca de la puerta de entrada al interior del colegio no pudiendo observar algunos ángulos o zonas del patio; ausentarse del patio unos minutos siendo el único responsable de su vigilancia en ese momento, etc.

Interrumpimos aquí otras situaciones que se pueden dar para que puedas respirar y tomar aliento. Pero seguiremos.

Sí, ya sabemos que no hemos empezado a leer, escribir, calcular, etc. No te inquietes, maestro de primero de primaria de un colegio público, porque lo que hemos venido exponiendo hasta ahora, aunque te pudiera sorprender, va a repercutir muy favorablemente en el aprendizaje de tus alumnos. Que sí, que está comprobado. Ten fe.

Si acompañan las circunstancias, y ha lugar, proseguiremos próximamente.

Saludos.

sábado, 26 de noviembre de 2011

¡Profe, yo quiero seguir castigado!

Falta un pequeño detalle para el primer día de clase.

Hay que dejar claro, con el conocimiento y acuerdo de todos tus alumnos, que algunos comportamientos voluntariamente muy inadecuados en relación con sus obligaciones personales y escolares conllevarán una consecuencia que pudiera no agradar a algunos.

-¿Qué tipo de castigo nos podrá caer encima?- pensarán estas criaturas de seis años, algo mosqueados.

Se lo tendrás que decir de la forma ya indicada repetidas veces.

Te vamos a indicar un tipo de consecuencia de probada eficacia, sin excluir otras muchas que se te ocurrirán o conocerás por terceros.

Y, como siempre te decimos, con la flexibilidad y adaptación que corresponda. En absoluto pretendemos que te sientas obligado y atado de manera que pudieran serte poco soportables algunas actuaciones pedagógicas. El que otros sí lo puedan llevar a cabo, incluso de manera estimulante, grata y sin agobios, no te puede obligar a comportarte de igual manera.

Ahí va: Quedarse sin recreo, pero…

Los merecedores del “castigo” te acompañarán durante el recreo mientras das vueltas por el patio y, de alguna manera, vigilas lo que por allí ocurre. Irán libremente a tu alrededor  (andando, corriendo, brincando, jugando, hablando contigo…) sin alejarse demasiado y sin que tú les pierdas de vista. Es el momento de que cada uno se coma su bocadillo; tú, también.

Unos diez minutos antes de finalizar el recreo los reúnes en un lugar del patio (siempre el mismo) y con algún gesto que se te ocurra les indicarás que están todos perdonados. Alguno, o algunos, te dirán alguna que otra vez que prefieren seguir “castigados” para poder seguir a tu alrededor recorriendo el patio. Creemos que es mejor que rechaces, simpática y entrañablemente, esa peculiar forma de demostrarte aprecio. Son así…porque tú también eres así.

Muy importante: Con motivo de algún acontecimiento que lo merezca indultarás a todos los que tengan “castigos” por cumplir. Se lo explicarás. Y disfrutarás con las consecuencias de tu magnanimidad.

Recordarás, maestro novel de un primer curso de primaria de un colegio público, que en el escrito número seis te solicitamos un compromiso. Y añadimos: Siempre que de forma flexible se acomode a tu personalidad y circunstancias.

Que estuvieras (haya alumnos “castigados” o no) todos los días del curso, no solo los que te sean asignados por turno, en el patio durante el tiempo de recreo. Te supondrá, entre otras renuncias, no poderte quedar en tu aula, no acudir a la sala de profesores, etc. Los beneficios son tan evidentes que nos dan ganas de no pormenorizarlos. Pues no, no nos dan ganas.

Si el trabajo y otras necesidades a las que atender nos lo permiten seguiremos en otro momento, si ha lugar.

Saludos.

martes, 22 de noviembre de 2011

Vivencias compartidas

No hay más remedio que seguir con el primer día de clase.

Un niño acompañado por su madre arroja a la acera un envase de zumo o envoltorio de chuches sin que su progenitora lo impida, rectifique o recrimine; otro, acompañado por su padre, que ni se inmuta, arranca plantas y flores de jardineras públicas o parques; un alumno de otra clase entra en la nuestra, sin pedir permiso e interrumpiendo, para cualquier recado; alumnos que jalean en el patio peleas entre otros niños; marrullerías y agresiones que se ven, sobre todo, en el fútbol…¿Seguimos?

Hay que aprovechar cualquier sucedido criticable y contrario a la integridad, igualdad y respeto a las personas, a la compasión y solidaridad, a la generosidad y ayuda a los demás, al cuidado y respeto a su casa y colegio. Y, en general, a todo lo que nos rodea incluido el trato debido a los animales.

Muestras de lo anterior no te van a faltar a diario por la calle, en el propio colegio, a través de los medios de comunicación, hablando con la gente, en tu propia familia quizás, etc.

Por otra parte también vas a aprovechar justo lo contrario de lo dicho: Sucedidos positivos, ejemplares y encomiables.

¿Y qué vamos a hacer con todo lo indicado? Ya lo habrás adivinado.

En cualquier momento que te parezca oportuno (en mitad de la hora de lectura para que no se les haga muy larga…) interrumpirás la actividad lectiva y compartirás con tus alumnos, algo brevemente, lo que corresponda.

Siempre sacarás, con la intervención de todos los que quieran opinar, una enseñanza positiva en unos casos y reprobable en otros.

Invitarás a tus alumnos a que expresen, voluntaria y brevemente, sus propias vivencias positivas y negativas. Y sacaréis consecuencias.

Si procediera formular la pregunta de “¿Bien o mal?”, u otra que se te ocurra, para inculcar y fortalecer las actitudes y valores que correspondan, pues la formulas para que toda la clase, al contestar al unísono, se cohesione aún más.

Habrá que advertir a los alumnos que no es muy procedente, al relatar alguna vivencia negativa, identificar a la persona en cuestión que podría ser conocida por los demás. No se trata de acusar con el dedo a alguien concreto.

Ya sabemos que habrá casos y situaciones que deberá conocer el colegio y la familia.

Todos los días, maestro novel de primero de primaria de un colegio público, podrías hacer algo de lo que aquí se indica. Ya irás comprobando y disfrutando de los resultados.

Eso sí, como olvides lo que te hemos sugerido muchas veces acerca de la forma de hablar y comportarte ante tus alumnos es posible que los resultados pudieran no ser los esperados. Pena, penita, pena.

Saludos

domingo, 13 de noviembre de 2011

¡Profe, que no aguanto más…!

No hay que dar lugar a llegar a esta extrema situación.

El primer día de clase conviene establecer la forma de acudir a los servicios.

Los que llevamos algunos años en esto tenemos conocimiento, por propia experiencia o por terceros, de algunos riesgos que pueden ocurrir al dejar, habitualmente, a los alumnos ir solos a los servicios. Algunos ejemplos:

Juegan con el agua de los lavabos, incluso mojándose la ropa e inundando el suelo; se suben a los sanitarios con riesgo de romperlos y romperse la crisma; dan portazos y gritos, etc. Y, esperemos, que no llenen globos con agua para luego arrojarlos de forma sorpresiva. Más vale no dar ideas.

Una vez un maestro que iba por el pasillo observó que un alumno de unos nueve años, parado ante la puerta entreabierta de un aula, se bajó los pantalones para exhibir sus “atributos” ante los atónitos alumnos que lo podían ver. Puro exhibicionismo infantil. Se adoptaron algunas medidas.

A veces se han podido conocer cierto tipo de relaciones poco convenientes entre niños que se escondían en los servicios. Y sigue ocurriendo.

Una pronta y adecuada formación afectivo-sexual, familiar y escolar, ayudará a la mayoría de los alumnos en su proceso de maduración personal y los protegerá de ciertos abusos y vivencias traumáticas. Ya hablaremos de esto, si ha lugar. Es algo muy sencillo, natural y eficaz.

Sin dramatizar ni obsesionarse por lo expuesto, ya que son situaciones no generalizadas en la escuela española, sí conviene adoptar un criterio que en lo posible garantice un uso de los servicios sin sobresaltos.

Se nos ocurre:

Establecer, con el consenso de tus alumnos de primero de primaria, tres visitas a los servicios durante la mañana. Tú, maestro novel, tendrás que ofrecer el horario más conveniente.

Todos los alumnos de tu clase, tengan o no necesidad fisiológica, irán en fila al servicio acompañados por ti. Niños y niñas irán entrando en sus respectivos aseos en grupos de cuatro o cinco. Puede ser efectivo que un niño y una niña, designados de forma rotativa cada semana, controlen y ayuden en el correcto uso de los aseos mientras sus compañeros los utilizan. Tú permanecerás por allí cerca formando la fila con los alumnos que vayan saliendo de los servicios.

Bajo ningún concepto permitirás que los alumnos “controladores” en los servicios se crean que deben ser delatores o chivatos de sus compañeros. Se lo tendrás que explicar y justificar, previamente, a toda la clase.

El primer día de clase, antes de ir a los servicios, comentarás con tus alumnos, siempre relajada y tranquilamente, que algunos niños “pequeños” de infantil suelen tener la costumbre de pedir ir al servicio con mucha frecuencia, incluso aunque no tengan ganas o puedan esperar, sin agobios, algún tiempo más. Y que ellos, tus alumnos que ya no son tan “pequeños” como los de infantil, sí pueden adaptarse a las tres salidas establecidas a los servicios.

Si, además, les hablas incluyéndote tú como si fueras uno de ellos, mucho mejor: “Nosotros, los de primero iremos a los servicios…”

Recuerda siempre lo dicho en otras ocasiones acerca de la forma en que te dirigirás a ellos. Es fundamental.

También les dirás que si alguno, por cualquier motivo, tuviera que ir al servicio antes de la siguiente salida lo podrá hacer sin que nadie piense que es un “niño pequeño de infantil”. Es muy motivador.

No suele darse el caso de que algún listillo aproveche esa excepción casi todos los días. La atmósfera de sinceridad, cercanía y complicidad con tus alumnos, lo evitará.

En el caso de que algún alumno necesite ir al servicio por alguna urgencia: ¿Debe ir acompañado por otro compañero que esperará por el pasillo hasta que regresen al aula? Piénsalo.

Las familias de tus alumnos sí te deberían indicar si el niño, por alguna circunstancia sanitaria, no debe estar sujeto al horario establecido para ir al servicio. Sería raro, raro, pero posible.

Lamentablemente, puede haber algún maestro que facilite la salida libre al servicio para apartar unos minutos de la clase a algún alumno conflictivo y molesto. ¿¡ ¡? Luego puede pasar lo que puede pasar.

Si se diera el caso improbable de que algún alumno se hiciera encima alguna necesidad fisiológica: Comprensión y afecto de todos, quitarle importancia ya que ha sido inevitable, que no es motivo ni de vergüenza ni de nada y además puede pasarle a cualquiera. Más comprensión y afecto, y comunicar con alguien del equipo directivo y con la familia.

Y que para eso están el jabón y la lavadora.

Y tú, maestro novel de un primero de primaria de un colegio público, ¿cuándo podrás acudir al servicio para cumplir con tus necesidades fisiológicas? Dejando a tus alumnos atendidos por un adulto responsable, en cualquier momento.

Como ya te hemos dicho en alguna otra ocasión todo lo que exponemos puede y debe tener un margen de flexibilidad e ir adaptándose a las características evolutivas de tus alumnos.

¿Que cuándo van a empezar a leer, escribir y lo demás? No hay prisas, todo llegará y muy probablemente alcanzarán, la mayoría, un nivel superior a lo exigido.

Saludos.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Inocentes desapariciones…., o no

Muy contagioso e incómodo: La desaparición de objetos de los alumnos…o del profesor: lápices, gomas, etc.

Unas veces puede tratarse de simples confusiones, inadvertencias, olvidos; otras, podríamos estar frente a comportamientos prematura y peligrosamente inadecuados. Las carencias afectivas en el seno familiar podrían tener algo que ver en este segundo supuesto.

Sea por lo que fuere hay que procurar evitar, desde el primer día de clase, que se escuchen expresiones del tipo: “…me han quitado, me han robado, yo tenía en mi mochila…y ahora no está…”

¿Podrás evitarlo en alguna medida?

Se nos ocurre, habrá otros muchos procedimientos, que tú, maestro novel de primero de primaria de un colegio público, seas el que (el primer día de clase) ofrezcas a tus alumnos que lo puedan necesitar algún material escolar que esté habitualmente sobre tu mesa o en un cajón.

Les dirás que mientras se lo traen de su casa, que es lo que deben hacer, pueden pedirte algo de lo que haya disponible en tu mesa. Eso sí, con la obligación de devolverlo el mismo día cuando ya no lo necesiten.

También les indicarás que lo mismo pueden intentar hacer con los compañeros, sin forzar: Ofrecer algo que puedan prestar así como solicitar lo que pudieran necesitar.

Pero para que el truco funcione hace falta algo más. Verás.

Tu forma de dirigirte a ellos, en esta circunstancia como en otras, debe ser convincente, empática, sugestiva…o como quieras llamarla:

Tono de voz natural o un pelín más grave, muy relajado sin aburrirlos o dormirlos, con una expresión que haga que estén pendientes de ti, tu voz y expresión deberían manifestar seguridad en el mensaje a transmitir junto con dosis de cercanía y acomodo a las características evolutivas de tus alumnos de seis años, etc.

Sí procurarás que te acompañe cierto candor, curiosidad, inocencia, sorpresa, honradez, ejemplaridad, solidaridad, y muchas cosas más. Y todo, muy relajado y en tono menor.

No te estamos aconsejando que te infantilices. Tú eres la persona mayor y el maestro. Y hay que mantenerlo.

Cuando algún alumno te devuelva lo que necesitó de tu mesa, recabarás la atención de todos y, con naturalidad y nada de afectación, elogiarás la devolución al mismo tiempo que enseñas el objeto devuelto. Incluso podrías hacer a la clase una pregunta: “¿Bien o mal?” La contestación colectiva reforzará el valor que se quiere transmitir y ayudará a que dicha actitud permanezca en tus alumnos.

Esto hay que hacerlo con todos los que devuelvan algo prestado, incluso entre ellos.

También sería definitivo  que tú “provocases”  que necesitas algo (sacapuntas, etc) y que si alguno te lo pudiera prestar se lo devolverás después de usarlo. Como todos los que lo tengan irán corriendo a tu mesa con un sacapuntas en la mano (esperemos que no se atropellen ni caigan), elige el primero que llegue y le das las gracias, extensivas a todos por su ofrecimiento y generosidad.

Cuando devuelvas el dichoso sacapuntas, que habrás usado a la vista de todos, lo dirás a toda la clase y se lo volverás a agradecer al alumno que te lo prestó. Todo con  naturalidad y…ya sabes.

En otro momento de este primer día de clase puedes provocar, sin que se note, esta actuación:

Dices a tus alumnos que te has encontrado por tu mesa, en el suelo, etc. algún objeto que no es tuyo (aunque sí lo es), y lo enseñas. Y que si es de alguno vaya a recogerlo; pero que si no es de nadie lo dejarás en tu mesa a disposición de todos para cuando alguno lo pudiera necesitar.

Este tipo de procedimientos, y otros muchos que se te ocurrirán, suelen dar muy buenos resultados para evitar “inocentes desapariciones…,o no”. Y, sobre todo, ayudarán a tus pequeños alumnos en su crecimiento personal y social.

Si, desgraciadamente, se sorprendiera a algún alumno en algo parecido a un hurto: Nada de culpabilizar. Tacto, discreción, colaboración familiar, afecto…y pedagogía.

Hasta la próxima, si ha lugar.

Saludos.

lunes, 31 de octubre de 2011

Cuidamos el aula, el colegio… y lo demás

Es habitual observar, al entrar al aula la primera vez, que algunas mesas y sillas están dañadas. Incluso los cantos del tablero de las mesas ofrecen las huellas de lápices y bolígrafos. Y, esperemos, que se haya salvado la mayoría del resto del mobiliario y material escolar.

Nuestra opinión: Que cada alumno compruebe el estado de conservación de su mesa y silla, y manifieste si está bien o mal. Tú, maestro novel, podrías ir por sus mesas comprobándolo.

Si hay desperfectos, en todas o algunas, manifestarás que, evidentemente, no han sido ellos, tus recién llegados alumnos, los causantes. Y solicitarás de todos ellos, con una simple pregunta de (por ejemplo) “¿bien o mal?”, que manifiesten en voz alta, todos juntos, lo que les parece el deterioro observado y producido por otros alumnos. La respuesta colectiva no es difícil de adivinar.

Repetido esto varias veces en diversas circunstancias, dentro y fuera del aula, casi habrás conseguido que su comportamiento, para todo el curso y más allá, asuma el respeto y cuidado del aula, colegio, material escolar, etc.

No se trata de acusar, individual o colectivamente, a profesores y alumnos que hayan utilizado nuestra aula en cursos anteriores. Ni procedería ni sería comprobable.

Tampoco se trata de que tus alumnos, niños de unos seis años, que van a ir adquiriendo experiencias, hábitos, comportamientos, etc. algo singulares y diferenciadores de lo habitual se pudieran ir creyendo superiores y mejores que otros. O de que ellos, en este caso concreto, no estropean el mobiliario escolar mientras que otros sí.

¿Cómo evitamos esa fácil tendencia que podría desembocar poco a poco en encontrarnos con alumnos, a pesar de su corta edad, algo soberbios y vanidosos?

Con tono de voz relajado, despacio, etc. les indicarás que, con toda seguridad, los niños que dañaron mesas, sillas, etc. no tuvieron ocasión de asumir y comprender que era mejor conservarlas en el mejor estado para que otros niños (quizás familiares o amigos) las utilizaran debidamente.

Y que ello conlleva algo de tristeza por lo que supone de no ir creciendo como personas responsables. Y que si, como ellos (tus alumnos) otros niños hubieran conocido y asumido lo conveniente y satisfactorio que es respetar y cuidar el mobiliario escolar, etc. lo hubieran hecho sin duda.

Ya sabes, maestro novel…, agudiza el ingenio para que tus alumnos no se crean de una casta superior a los demás.

Se trata de que ellos vayan asumiendo lo que deben hacer en el colegio y en la vida y, comprendiendo en lo posible, el por qué no lo hacen otros.

Saludos.

viernes, 21 de octubre de 2011

Higiene, sin pasarse

Sería conveniente que personal sanitario autorizado llevase a cabo durante el curso varias comprobaciones de la limpieza corporal de los alumnos.

De no ser así, sigue leyendo.

Lo que se indica a continuación podría ser conocido y autorizado, previamente, por el director del colegio.

Una vez de vuelta al aula, después de habernos familiarizado con el patio de recreo y circunstancias, cogerás un lápiz de tu mesa y lo colocarás sobre ella; invitarás, casi sin hablar y de forma muy relajada, a todos tus alumnos a hacer lo mismo con sus lápices en sus mesas.

Establecerás un coloquio sobre la conveniencia de estar limpios y mantener limpios el mobiliario e instalaciones del colegio. Eso sí, sin llegar a caer en comportamientos obsesivos. Puedes referir algún caso real, o ficticio, dramatizando algo la exposición.

Tú, ante ellos y con el lápiz en tu mesa, llamarás a uno de tus alumnos (no ha dado tiempo de elegir a un representante o delegado de curso; todo llegará) para que inspeccione tu cabeza, separando los pelos con tu lápiz, y compruebe y manifieste que está limpia. Si estás calvo la cosa se simplifica.

También comprobará y manifestará dicho alumno la limpieza de tus orejas, manos, uñas, ropa y calzado.

A continuación, tú, maestro novel de un primero de primaria de un colegio público, inspeccionarás (a cada uno con su lápiz) a todos tus alumnos (cabeza, orejas, etc.) que seguirán sentados con las manos extendidas sobre la mesa. Si algún alumno no tuviera lápiz, o similar, le facilitarás uno que nadie haya utilizado.

Para evitar interpretaciones erróneas o juicios prematuros les indicarás que cualquier persona, en el peor de los casos, se  podría haber contagiado con visitantes no gratos en su cuerpo o ropa no por culpa suya o de su familia sino por causas ajenas.

De todas formas, si algún alumno hubiera llegado poco aseado este primer día de clase evitarás recriminárselo ante los demás. Aunque un disimulado gesto o mirada advertirá al susodicho de que la higiene puede mejorar. También puedes indicárselo durante el recreo, de forma discreta.

Durante el tiempo de tutoría con los padres tendrás ocasión, si fuera preciso, de recabar de la familia mayor atención a la higiene del niño.

En casos extremos, no te descubrimos nada, sí tendrás que comunicarlo al director y a la familia.

Sí alabarás, incluso con aplausos compartidos, lo aseados que han llegado al colegio. Que se te note sinceridad, naturalidad, entusiasmo, algo de orgullo…y, todo, dentro de un ambiente más bien relajado.

Les advertirás la conveniencia de repetir estas inspecciones higiénicas de vez en cuando sin aviso previo. Lo asumirán. Y sus familias, también.

Creemos que hay otras cosillas a tener en cuenta el primer día de clase. Sí, el primer día. Las veremos, si ha lugar, en próxima ocasión.

Saludos

domingo, 16 de octubre de 2011

Conocemos el colegio

No te sorprenda, maestro novel de primero de primaria…, que en este primer día de conocer a tus alumnos no sientas hacia ellos la menor simpatía. No te asustes ya que es mejor así. Verás.

Sabes que están allí para que los lleves, durante el curso, a niveles superiores de conocimientos, actitudes, valores, etc. y que te verás obligado, a diario, a mantenerte en esa positiva y estimulante tensión que a tus alumnos los proyectará hacia delante como personas y a ti te completará como docente…y también como persona.

Vamos, que estás allí para dejarte exprimir como un cítrico por seres insaciables. No es un juego de niños aunque lo ideal es que casi lo fuera desde el principio.

No es tarea para docentes incapaces o no comprometidos.

La simpatía y el afecto por tus alumnos, y de ellos hacia ti, irá surgiendo en muy poco tiempo. Ya lo verás.

Hoy tocaba salir del aula al poco tiempo de haber entrado en ella el primer día.

Formada la fila otra vez, por hilera de mesas mientras no se establezca otra forma, los acompañarás, relajada y calladamente, para indicarles la ubicación de los aseos y el uso correcto que deben hacer de sus instalaciones, la secretaría, el despacho del director, la sala de profesores, escaleras a utilizar, espacios a los que no deben acceder…y llegamos al patio de recreo.

Por el patio irán a tu alrededor. Les indicarás, y recorreréis, los límites del patio de recreo que utilizarán y disfrutarán todos los días.

Les advertirás, sobre el terreno, de los posibles riesgos que tú ya comprobaste el primer día que llegaste al colegio: anclajes de las porterías de deportes, aristas cortantes, clavos, óxidos, huecos en las vallas, etc.

Comprenderán y asumirán, tus sencillos argumentos y forma de expresarte lo conseguirán, estas normas que facilitarán la convivencia y el bienestar de todos:

Necesitarán permiso para poder abandonar el patio de recreo asignado, no manipularán la puerta del colegio por el peligro de aplastar la mano de otro niño (o de sí mismo), no arrojarán envoltorios de bocadillos o zumos (si no lo hicieron en el aula) fuera de las papeleras, no acercarán la cara a algún hueco que comunique con el exterior o con otro patio de recreo, no se comunicarán con extraños y, menos, aceptarán cualquier tipo de cosa, no jugarán con violencia ni arrojarán objetos que puedan dañar a otros, etc.

Si todo lo anterior lo expones sin amenazas y sin autoritarismo, relajadamente, y solicitando su conformidad por el beneficio de todos, te garantizamos unos recreos la mar de satisfactorios.

Te vamos a pedir un pequeño compromiso:

Que estés en el patio (ya comentaremos de qué forma y con qué actitud) todos los días a la hora del recreo. Ya sabemos que tendrás asignado estar en el patio un día o dos a la semana…Tú decides.

Saludos.

lunes, 10 de octubre de 2011

Entramos al aula

Recuerda, maestro novel: Primero de primaria de un colegio público…A ver si esta simple y sencilla aportación, que tendrás que mejorar, completar y adaptar, pudiera serte útil.

Si al llegar los alumnos a su aula el primer día pudieras sorprenderlos, mejor. ¿Cómo?

Por ejemplo, que ya estuviera escrito en la pizarra tu nombre y apellidos así como que allí se va a jugar, tener amigos, respetar y ayudar a los demás…y a aprender.

Es posible que algunos lo sepan leer. Pero no perdamos de vista la fila.

Indícales, con un tono de voz natural, pausado y relajado, que entren en el aula y se acomoden; bien libremente bien donde tú les indiques. Ya habrá tiempo para asignar a cada alumno su asiento en función de diversas circunstancias.

Ya están sentados, junto a sus mochilas, mirando a la pizarra…y mirándote a ti, “profe” y tutor. Estaría bien que pasaras entre las mesas y rozaras con la mano, levemente, la cabeza de cada uno. Mirándolos a la cara y casi sin hablar.

Te toca leer, no olvides lo del tono de voz, lo previamente escrito en la pizarra. También estaría bien, quizás mejor, que invitaras a los que supieran leer para que lo hicieran ellos.

Tendrás que explicitar para lo que se va al colegio. Si ellos participan, tono tranquilo y relajado, con intervenciones, mucho mejor.

Desde este primer día, y hasta final de curso, deben tener claro y asumir, que las calificaciones no son el objetivo de ir al colegio; lo entienda su familia, o no. Ya habrá ocasión de aclararlo y comprobar el enorme beneficio que aporta al aprendizaje y a la casi ausencia de ansiedad, sobre todo cada trimestre.

Si, además, tuvieras un poquito de habilidad para algún sencillo juego malabar, de equilibrio, etc. te garantizamos una admiración inicial favorable de tus alumnos.

También te serviría un pequeño truco, juego, interpretación musical con algún sencillo instrumento, canción, etc.

Y, eso sí, casi sin hablar y de forma muy relajada.

En estos  minutos iniciales de la primera clase podrías invitarlos a que cada uno diga, de pie frente a sus compañeros, su nombre y apellidos. Si alguno se resistiera: respeto, sin reproches ni insistencia.

Algo de dramatización, casi sin que se note, en todo lo que hemos indicado, ayudaría a cautivar a tus alumnos (criaturas de unos seis años, no hay que olvidarlo).

Ahora toca salir del aula. ¿Tan pronto, para qué? Lo veremos, si ha lugar, en próxima ocasión.

Saludos.

viernes, 30 de septiembre de 2011

La primera fila (2)

La maestra, cuando iba la fila de alumnos hacia el aula, procuraba seguir sin hablar y los  controlaba con la mirada o algún pequeño gesto. Si era preciso, paraba la fila, hubiera escaleras o no, para recuperar la alineación y orden debidos.

Todo muy relajado y controlado. Sin hablar (salvo lo imprescindible) y sin aspavientos o gestos bruscos. Y, menos, amenazadores o violentos.

A las familias que pudiera haber en el patio, dado que era el primer día, se les podía notar cierta expectación favorable ante lo presenciado. Ya tenía un tanto a favor.

Los alumnos, por imitación, llegaban hasta la puerta del aula en orden y silencio. Y relajados, no asustados. Ya tenía la maestra otro tanto a su favor.

La maestra solía repetir lo expuesto cada vez que sus alumnos llegaban de casa, del recreo o de cualquier otra actividad. Eso sí, todos los días tenía que estar en el patio minutos antes de que se formara la fila.

Repetido este procedimiento, que no tiene por qué ser único, dos o tres veces, se garantizaba esa forma de entrada al aula para todo el curso. Sí, has leído bien, para todo el curso. Sus alumnos lo habían aceptado y asumido.

Las ventajas y beneficios de esa forma de entrada se debatían, con la participación de todos, el primer día una vez dentro del aula. Más adelante se aceptaba alguna ligera relajación que en absoluto desvirtuaba lo conseguido y mantenido.

Parece  que el estado de ánimo de los alumnos al llegar a la entrada del aula favoreció el aprendizaje, la convivencia y la ilusión por volver al día siguiente.

Es casi seguro que al día de hoy habrá algún que otro  maestro con serias dificultades en el necesario control de sus alumnos, dentro y fuera del aula, y que le impedirá ejercer la docencia de manera eficaz y gratificante. Una pena, un despilfarro y un daño que nos repercute a todos.

Sigue habiendo esperanza ya que la mayoría, maestro novel, ha sabido encontrar su propio camino. Ánimo.

Saludos.

lunes, 26 de septiembre de 2011

La primera fila (1)

Una sugerencia: Alguien tendría que considerar la conveniencia de aplicar algunos filtros previos para que los aspirantes al acceso a la docencia, al menos en los niveles de infantil y primaria, llegaran con algunas garantías personales, formativas, madurativas y de compromiso hacia la labor que desarrollarán más adelante.

Más de uno de los que estamos en el tajo, no lo estaríamos.

Pero, maestro novel de primero de primaria de un colegio público, vamos al tema.

Puede haber algún colegio en el que los primeros diez minutos, desde que se indica la entrada a las aulas, no se puedan utilizar para impartir clase debido al bullicio que forman algunos alumnos. Y que es muy contagioso.

A veces la acústica del interior del colegio no ayuda; pero hay más causas.

Por ejemplo, entre otras:

Si un maestro recibe el encargo de otros compañeros, que no salen al patio en ese momento, para que se encargue de acompañar a sus filas de alumnos en la entrada.

Si el maestro tarda en estar al frente de su fila de alumnos en el patio.

Que una clase entrase sin estar acompañada por el maestro. No suele ocurrir.

O si en el trayecto hacia el aula, o con los alumnos ya dentro del aula, el maestro tiene que atender algún requerimiento y descuida la necesaria atención a sus alumnos.

No sería mala cosa que los maestros, al menos por ciclos, se coordinaran para adoptar la misma estrategia, con cierta flexibilidad, a la hora de entrar del patio a las aulas.

Nos hablaron de una maestra que el primer día de formar la fila en el patio, estaba minutos antes de la hora esperando en el patio que se formara, se limitaba a observarla sin hablar y sin perderla de vista. Procuraba no distraerse, ni hablando con compañeros ni con familiares de alumnos salvo por algo de imposible espera.

Luego, sin hablar, despacio y con semblante relajado, recorría dos o tres veces la fila en ambos sentidos mirando a cada alumno. Como mucho, tocaba con la mano, levemente, sobre la cabeza de cada uno.

Al volver al frente de la fila, seguía sin hablar, podía extender un brazo para indicar a algún alumno que se alinease correctamente.

Seguiremos con lo de la fila en próxima ocasión. Si ha lugar.

Saludos

domingo, 18 de septiembre de 2011

Llegada al colegio

Llegada del maestro novel por primera vez a su colegio público. Tiene posibilidades de que le adjudiquen un primer curso de primaria.

Si, a priori, vas con excesivo entusiasmo, temor, apatía o indiferencia en relación con el logro de los objetivos del currículo durante el curso así como con la debida relación con los alumnos, mal asunto.

Acude con el ánimo sereno y con la confianza en que tus alumnos se dejarán llevar, colaborarán en el proceso educativo y, lo más importante, estarán contentos. Ya lo verás.

Esto es un proceso de sedimentación cuyos resultados, unos los veremos y otros no, podrán ser observados desde el día siguiente hasta el muy largo plazo; y no de manera uniforme en todos los alumnos. Así que, paciencia y a barajar.

Entre los compañeros habrá de todo.

Pasa de primeras impresiones y apariencias. Irás descubriendo maestros comprometidos con la labor docente y maestros, los menos, que (sin perder el sueldo) mejor estuvieran fuera de las aulas aunque tengan su oposición aprobada. Se les haría un gran favor que repercutiría en el alumnado, en otros compañeros…y en más gente.

De muchos compañeros podrás aprender metodologías, recursos, etc. No dudes en enriquecer tu bagaje pedagógico y sé receptivo. Te juegas, y nos jugamos todos, más de lo que imaginas.

Hay colegios en los que la coordinación y sintonía de una mayoría de maestros, y a veces hasta la totalidad, consiguen mantener una eficacia pedagógica sorprendente.

Nuestro consejo es que no te dejes influenciar, sin dejar de ser compañero en lo posible, por algunos pocos, menos mal, que parecen necesitar expandir su ineficacia, negatividad, amargura, frustración, desesperanza y hasta hostilidad hacia la docencia. Y, esperemos que no, hacia la infancia.

No retrocedas ni un ápice en la defensa de los derechos de tus alumnos en lo relativo a recibir, debidamente, los refuerzos y apoyos educativos que procedan así como en cualquier otro aspecto escolar al que tengan derecho.

Lo expresado en estas reflexiones proviene de nuestra experiencia así como de lo sabido de otros compañeros durante muchos años.

Conoce bien el interior del colegio así como el patio de recreo y sus posibles zonas de riesgo: escaleras, ventanas, accesos y salidas, papeleras, servicios, estado de conservación de las porterías de deportes (óxidos, anclajes, aristas cortantes, clavos...), existencia de orificios en las vallas del recinto, etc. Toda precaución es poca a fin de evitar desgracias; a veces, irreparables.

Hasta la próxima, si ha lugar.

Saludos.

jueves, 15 de septiembre de 2011

¡Ánimo, profe!

Iniciamos este blog por si le sirve a algún maestro novel para, dentro de lo posible y razonable, evitar su fracaso docente y garantizarse una actividad profesional esforzada, fructífera y gratificante. Incluso los lunes.

No va a depender ni de inversiones económicas ni de recursos humanos y materiales sobreabundantes. No, es otra cosa.

Son legión los maestros en activo, y jubilados, que consiguieron muy buenos resultados en distintos aspectos escolares: lectura, comprensión lectora y escrita, expresión oral y escrita, dictado, aspectos matemáticos, etc. Y en la adquisición de actitudes y valores personales y sociales estimables.

Y sin grandes esfuerzos aunque sí con dedicación, constancia y eficacia.

Que no, que no es imposible.

No debería perderse esa valiosa experiencia que debería incrementarse con nuevas aportaciones metodológicas.

Es desalentador pensar que algunos maestros principiantes pudieran sufrir en sus propias carnes, y trasladar a terceros, una vida profesional casi de fracaso y pesadilla. Y todo porque no han adquirido o no se les han facilitado algunos recursos pedagógicos sencillos de aplicar y de eficacia comprobada. En fin.

Nos podríamos situar en el primer curso de primaria de un colegio público con un entorno social de clase media trabajadora, matrícula de cerca de veinticinco alumnos y con un nivel de conocimientos sin grandes diferencias.

No hay que olvidar el reconocimiento que merecen la mayoría, no todos, de maestros de infantil (más bien maestras) que nos proporcionan alumnos despiertos e iniciados en distintas áreas. Gracias.

Si ha lugar podríamos seguir otro día. Por ejemplo, con la llegada del maestro el primer día del curso a su colegio.

Saludos.